Parecen ya lejanos los tiempos cuando parecía que el cine español con vocación comercial pretendía tener personalidad propia. Los nombres de Juanma Bajo Ulloa, Alex de la Iglesia, Enrique Urbizu e incluso Daniel Calparsoro fueron un estandarte en su momento de un tipo de cine que miraba al público sin despreciar la calidad y manteniendo una mirada viva sobre el ser español. Esos tiempos han acabado. El cine comercial español patrocinado principalmente por las televisiones privadas ha tomado el camino de asimilarse a Hollywood sin ningún pudor.
Combustión tiene la intención de ser un thriller que atraiga a un público similar al que va a ver películas como Fast & Furious. Esto es lo que nos transmite su trailer y toda la maquinaria promocional que Antena 3 está desplegando y que puede que funcione el primer fin de semana por mera saturación. La verdad es que con Combustión Calparsoro cumple poco con lo prometido: nada funciona ni como policiaco (con una ausente presencia policial), ni como película de acción, ni como triángulo amoroso de alto voltaje erótico.
Daniel Calparsoro pierde la oportunidad de intentar hacer algo útil con el material de derribo y acumulación de tópicos que es el guión de Combustión. Es una pena que, viendo la pobre y rutinaria puesta en escena que se plantea, se nos venga a la mente grandes nombres de Hollywood como el recientemente fallecido Tony Scott: pensar lo que este hombre podría haber hecho con estos materiales hunden a Combustión en la más absoluta mediocridad. El evidente despliegue de medios es a todas luces infrautilizado con una falta imaginación visual realmente alarmante. Es que Calparsoro no se molesta ni en intentar emular a buenos referentes actuales como las películas de Fast & Furious o, por ponernos exquisitos, los desvaríos estéticos de Drive.
El plantel de actores poco más puede hacer con los roles llenos de tópicos y frases manidas que presenta Combustión. No se puede negar que Adriana Ugarte, Alberto Amman y Alex González gozan de buena presencia y la cámara lo nota, pero no es suficiente. No hay turbiedad en sus personajes, sólo rutina y una continua sensación de ya visto.
Lo más curioso es la gran contradicción existente entre el mensaje que Combustión quiere transmitir y su forma: los personajes apuestan por una filosofía vital de huir del adocenamiento impuesto por la sociedad, por el camino Calparsoro hunde la cabeza, se olvida de la pasión y garra de sus primeras películas y entrega Combustión, el mejor ejemplo de cine integrado, aburrido y malamente comercial.
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