La tercera película de Dani de la Orden nos presenta a un grupo de amigos que se reencuentra tras el suicidio del hermano de uno de ellos. Está reunión puede recordarnos perfectamente a una de las primeras obras de Kenneth Branagh, Los amigos de Peter, citada en Litus de forma muy conveniente como contrapunto, ya que allí no había ningún muerto. Del mismo modo, se nos viene a la cabeza el Reencuentro de Lawrence Kasdan, donde, aquí sí, el fallecido era el eje central de la reunión.
Basada en la obra de teatro de Marta Buchaca e interpretada por un plantel de primera encabezado por Belén Cuesta, Alex García, Quim Gutiérrez y Adrián Lastra, el primer escollo que solventa De la Orden es el origen teatral del texto: su puesta en escena aprovecha un formato panorámico donde los personajes se sitúan en diferentes niveles sin que perdamos nunca el escenario único. Para esto son fundamentales, como decíamos, unos actores en estado de gracia donde cuesta destacar a alguien. Además, Litus va basculando del drama a la comedia, y de vuelta al drama, con tremenda eficacia aunque también conviene señalar que algún que otro cambio de tono acaba siendo demasiado brusco.
Aún así, Litus no es una película perfecta. Con el objetivo de huir de la teatralidad, Dani de la Orden inserta una serie de “momentos musicales” que aunque se entiende para qué están, lastran el conjunto. La música ambiental y el excesivo tratamiento publicitario de la imagen en ciertos momentos es verdad que sacan de la historia, como si el director ansiase dejar su huella más allá del texto. No hacían falta estos añadidos para convertir Litus en una película más que reseñable que además trata un tema, el suicido inexplicable y la depresión crónica, tan actual como desamparado por todos.
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