Festival de Málaga 2017: REDEMOINHO, el gato de Schrodinger

A mediados del siglo XIX, en arte y literatura surge un estilo contestatario al exceso de poesía del Romanticismo. A ese movimiento se le conoce como «realismo» y fue el primer paso hacia lo que más tarde serían las vanguardias. Las obras de Courbet o Millet quedaban así desprovistas de carga simbólica; en ellas no se pretendía contar ni el hecho más anecdótico, sino que el interés residía en lo puramente pictórico. Redemoinho cuenta la historia de un hombre que va a su casa, se encuentra con su amigo y… se va a tomar una cerveza. Pero también es la historia de su mujer y su… emocionante viaje de vuelta del súper…

REDEMOINHO

Redemoinho es una película extraña. No es que tenga un ritmo lento (que también), es que directamente no sucede absolutamente nada hasta más o menos el último tercio, y tampoco es que entonces pase demasiado. Mientras tanto, tenemos a los dos protagonistas dando vueltas, emborrachándose y hablando del pasado, a la mujer de uno de ellos haciendo la cena, y poco más. ¿Qué es esto? No se si estoy viendo una experiencia poética o directamente es una oda a la nada como la que intentó Flaubert. Hay una serie de flashbacks que parecen indicar que hay algo detrás de todo, pero aparece uno cada lustro y, de mientras, tenemos a los otros dos poniéndose al día. Si quieres hacer una reflexión sobre el paso del tiempo, las personas y el distanciamiento, condénsalo en un corto y no nos hagas perder el tiempo.

Eso fue lo que pensé hacia la mitad de la película. Ya no se si fue fruto de algún tipo de lavado de cerebro, o simplemente el cansancio, pero a la hora de metraje llegué a encontrar una cierta lectura de la obra. Redemoinho no es sólo una película contemplativa. La trama principal se nos antoja inexistente, pero la presencia de ciertos personajes, alguna conversación o esa referencia oportuna dejan entrever una historia detrás que se revela a medias más como subtexto que como contexto. En ese sentido, sería una revisión de la narrativa fragmentaria de videojuegos como Bioshock o Dark Souls llevada a un contexto cinematográfico. Eso sería una autentica revolución en el concepto de historia y la unión perfecta y definitiva entre cine y arte interactivo.

Este planteamiento cobra una fuerza especial teniendo en cuenta el estilo de su director a la hora de narrar. La realización bebe de autores como Haneke y sublima su trabajo. José Luiz Villamarim fija la cámara de tal manera que no necesita moverla en absoluto, ya que se vale del propio espacio, la perspectiva y la escala de planos para componer sus imágenes. Pero el protagonista estrella de la obra es el sonido, que junto a la imagen y fotografía, conforma un interesante juego entre lo que se ve, lo que no se ve, lo que se sugiere y lo que se ve parcialmente. El sonido adopta un papel expresivo sensacional, yendo y viniendo, contrastando los ruidos más desquiciantes con los silencios más armoniosos. Esto conjuga a la perfección con ese nuevo tipo de narrativa, basada en la sutileza, en el ‘efecto de evocación’ y en el papel activo del espectador, que debe enlazar en su mente todas las piezas. Aún así, esta nueva forma de narrar no termina de pulirse y, por ejemplo, requiere una actitud más expositiva en muchos momentos, pero tiempo al tiempo.

REDEMOINHO

Quizás todo esto sea fruto de la permisividad y, en realidad, Redemoinho sea una caja vacía, pero me da igual. Umberto Eco hablaba de tres tipos de interpretaciones: la del autor, la del espectador y la de la obra per se, y todas ellas son igual de válidas y verdaderas. No he asistido a la rueda de prensa y no pienso buscar información en Internet de ningún tipo, pues quiero que mi ilusión por este gran avance sea siempre igual de válido, aunque no sea realmente cierto. Algunos pensarán que me engaño a mi mismo y lo cierto es que la sombra de la duda ronda mi mente desde que salí de la sala. Redemoinho, en este punto, es como el gato de Schrodinger: es una obra maestra revolucionaria, una presuntuosa puesta en escena o las dos cosas a la vez, y no seré yo quien abra la caja.

 

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