Algo tiene el silencio que me cautiva. Me di cuenta de ello la primera vez que presencié una obra de Friedrich. Luego vinieron Goya, De Chirico y, finalmente, ICO y Shadow of the Colossus. En cine, mi relación con el silencio vino de la mano de Drive y la sutileza del cine de Haneke, y desde entonces siempre he valorado como una gran virtud el fuego lento. Nieve negra es de ese tipo de películas.
Martín Hodara huye del horror vacui. Su película rechaza la saturación, no pretende llenar cada espacio con un ritmo frenético, sino que se toma su tiempo para presentar todos los aspectos del film con el mínimo de texto y sin excederse en la duración – hora y media, más corta de lo normal en estos casos. Por otro lado, los diálogos son naturales y no resultan forzados en absoluto. Si a esta serenidad le añadimos la magnífica fotografía que presenta, llenas de hermosas imágenes que nos remiten al sentimiento sublime de obras como El Renacido o Ex Machina, tendríamos como resultado una película a la altura de los grandes… ¿no?
Ciertamente, esta película tiene los ingredientes suficientes para convertirse en una obra memorable, al menos para mi. Me gustan este tipo de historias que optan por lo sugerente, por mostrar más que contar, por el silencio, pero Nieve negra se excede en este sentido. Más que una decisión estilística, da la impresión de que Hodara elige este ritmo dilatado para enmascarar la carencia de nudo en la trama. Casi no ocurre nada durante gran parte de la película, no se aprecia una evolución en la relación entre los personajes y eso termina por estancar la cinta y aburrir al espectador… hasta el giro final.
Nieve negra carga gran parte del drama en el último tercio de la película descompensando la unidad. Por si fuera poco, es un giro final imprevisible, salido de ninguna parte y al que todavía sigo intentando encontrar algún tipo de coherencia. ¿Por qué convertir un drama familiar en una película de misterio en el tiempo de descuento? La trama es una mina de emociones, los flashbacks – el punto fuerte de la obra – podrían haber sido el tono perfecto para enmarcar la relación entre los dos hermanos (en ese sentido hubiera sido superior a Manchester by the sea), pero la solución adoptada al final no hace sino revelar la poca consistencia del guión.
No es una película memorable, y no sé si hubiera llegado a serlo de haber jugado mejor sus cartas. Lo cierto es que Nieve negra tiene un potencial que me atrajo desde un primer momento. Es una buena película, supongo: tiene una fotografía fría y cautivadora, una dirección sutil y cuidada y unas interpretaciones más que decentes. Sin embargo, la escasez de trama resta puntos al resultado final, haciéndola objetivamente inferior a otras obras del estilo. No obstante si en un ejercicio de abstracción uno consigue obviar este hecho, estoy seguro de que cualquiera puede hallar en la obra de Marín Hodara un atisbo de paz sublime.
1 comment