Me gustan las pelis de amor, creo que son las que más acabo disfrutando. Ojo, pelis «de amor», no «románticas». Hago este matiz porque lo considero necesario. Las primeras reniegan de la sensiblería de taquilla y se centran en asuntos mayores, son más reflexivas sobre lo que significa amar y lo que implica. No quiero más Noa; quiero Her, Amour, Lost in translation, películas que pretenden ir más allá del chico conoce a chica para ofrecer visiones e historias distintas que pivotan sobre el mismo sentimiento. Amar es de esas películas, o al menos eso pretende, pues lo cierto es a pesar de que su director, Esteban Crespo, tenga claro de que quiere hablar, el discurso termina siendo un batiburrillo de ideas algo extraño. O quizás no.
Lo cierto es que, pensando en frío, no estoy tan seguro de que pensar sobre esta película. Por una parte, su cercanía a la adolescencia y los caminos del amor juvenil es una apuesta no original pero sí interesante. No obstante, me ha costado ver una cierta coherencia en el argumento. Abre arcos que abandona enseguida, trata a los protagonistas juntos y separados al mismo tiempo… Es cierto que un retrato requiere pluralidad y variedad, pero no termino de ver en Amar una unidad, sino un cúmulo de acontecimientos que de alguna manera desembocan en la relación.
Sin embargo, tampoco voy a decir que esté descuidado del todo. El tema de la obra se expresa correctamente en la relación de los dos protagonistas, y no es algo ajeno a nosotros mismos: Amar reflexiona sobre la dependencia amorosa, el querer tanto a la otra persona que se convierte en el único punto cierto de tu vida. El joven Carlos se siente inseguro ante un futuro incierto, como cualquiera a su edad. No sabe que hacer, no sabe quien es, su única certeza es su amor por Laura y se aferra tanto a ella que lo que en un principio debería ser algo hermoso termina por convertirse en veneno. Es un planteamiento muy válido con el que mucha gente como yo se puede sentir fácilmente identificado. Pero, ¿funciona?
Coincido con mi compañero en que el gran fallo de esta película, relacionada con esa falta de unidad, es la carencia de un prisma subjetivo único. Pongamos, por ejemplo, La vida de Adele. Cuando la vi, sufrí el mismo problema que con Amar, pasa de un tema a otro violentamente, lo cual tiene sentido porque a fin de cuentas, La vida de Adele cuenta la vida de Adele. Puede parecer estúpido, pero tiene todo el sentido del mundo: a lo largo de nuestra corta existencia experimentamos un cambio continuo. Nos enamoramos, crecemos, maduramos, no nos estancamos en un único pensamiento y un único objetivo, y la cinta francesa expresa muy bien ese cambio. En cambio en Amar, ¿me están contando la historia de Carlos y su inseguridad? ¿La historia de Laura y sus problemas emocionales? Porque esa es otra, el amor de Laura viene y va. De repente, se pelean, de repente se acuestan juntos, luego me enfado, no quiero verte pero luego te quiero. Es como Like crazy pero peor. Este batiburrillo de ideas, el querer cargar con tantos sentimientos e ideas a la vez es el principal motivo por el que aún sigo dándole vueltas a la cabeza sobre lo que acabo de ver.
Independientemente de este cacao mental, sí que he localizado algunas decisiones que no comparto en absoluto, empezando por la metáfora de la respiración. Según el propio director, es la obsesión de los dos protagonistas por mantenerse cerca. La mascara es la obsesión del artista (Carlos) para materializar esa unión pura, las ganas de tenerse el uno a otro. La idea de posesión es un leit motiv a lo largo de la película y quizás el único hilo conductor aparente de la película, pero no se lleva a consecuencias demasiado dramáticas ni relevantes. El mensaje no llega con demasiada fuerza, lo cual supongo que es lógico teniendo en cuenta que es una película de pretendido realismo. Si ese es el caso, el introducir una metáfora tan pretenciosa es desentonar demasiado. La tensión entre cercanía y poética chirría a varios niveles, desde las máscaras hasta los acontecimientos de la trama, pasando por algunas frases ridículas – mi favorita es la de la bomba, ya sabréis por qué. El estilo de la cinta tampoco ayuda a que Amar destaque. Es una película independiente procedural, marcada por una cámara al hombro incesante que no tiene sentido la más de las veces y no hace sino indicar presuntuosidad.
Por mucho que me haya hecho dudar, no destacaría Amar en absoluto. A pesar de la acertada apuesta de su planteamiento, hay cientos de películas que reflexionan sobre el amor con mayor acierto. Sin embargo, agradezco enormemente el esfuerzo. Es una película cercana, de relativa intimidad, pero que se pierde en fórmulas manidas. No voy a decir que es una mala película, porque ni siquiera estoy seguro, pero sí hubiera agradecido un enfoque mejor labrado. Así que prefiero quedarme con esas otras películas de amor, pues la emoción nunca pasará de moda.
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