Está claro que cuando las comedias parten de una buena premisa muy pocas cosas han de salir mal para que la película no funcione. Y es que la idea base de Chevalier, la última película de la directora griega Athina Rachel Tsangari, es fascinante para orquestar una película cómica. Seis amigos se reúnen en un barco en medio del mar egeo para pasar unas vacaciones. Una noche, para pasar el tiempo, deciden jugar a un juego especial. Juntos deciden evaluarse los unos a los otros durante los días que restan de vacaciones para ver quién consigue ser el mejor en todo. Y a mejor en todo quiere decir absolutamente todo, desde la forma de dormir hasta el tamaño del pene. Desde un punto de partida exageradamente surrealista y absurdo nace la obra. Pero lo más admirable de la película es que al espectador aunque le parezca extremadamente estúpido e incoherente lo que sucede ante sus ojos no llega a cuestionárselo y lo encaja como algo que puede suceder en la realidad. Y esto lo consigue gracias al toque naturalista y la aproximación fidedigna aunque un poco prototípica de cómo son los hombres que hace la obra.
El humor griego es muy particular y hoy en día nos llega en pequeñas dosis dentro de películas que no se vuelcan estrictamente en el género de la comedia. Pensemos en las películas de Yorgos Lanthimos, repletas de un humor negro que llega a ser asfixiante para el espectador. El único problema del film es que depende excesivamente de la idea maestra a través de la cual se vertebra y rápidamente la obra se queda sin ideas y repitiendo mismos escenarios. Sin embargo, Chevalier es una comedia “ligera” que divertirá a cualquier espectador.