Sin esperar ni para respirar, al año siguiente de triunfar con Platoon, Oliver Stone estrenó Wall Street siguiendo la senda de ambición y puesta al desnudo de las vergüenzas de la sociedad estadounidense. En este caso, el punto de mira lo puso en los brokers neoyorquinos como ejemplo de la falta de escrúpulos a la hora de amasar dinero sin sentido. Nuevamente, como pasaba en su anterior película, el tema le tocaba de cerca porque el padre de Stone fue corredor de bolsa en Wall Street durante 50 años. Además fue éste el que le inculcó su pasión por el cine: “Mi padre siempre dijo que no había buenas películas sobre el mundo de los negocios, ya que el empresario siempre era el villano”.
Las palabras de papá Stone se debieron quedar marcadas en la mente del jovenzuelo y a la hora de plantear Wall Street Oliver pensó en el mejor villano posible: el multimillonario y todopoderoso tiburón de las finanzas Gordon Gekko. La elección de Michael Douglas para interpretar al que sin duda es el papel de su carrera, y que le valió un Oscar, fue tan arriesgada como acertada. Douglas supo presentar al malo de la película soñado por todos: atractivo y seductor; el típico malo que nos atrae y nos repele a partes iguales. Esa seducción es la que provoca Gekko en el personaje interpretado por Charlie Sheen y en todos nosotros.
El relato de Wall Street es el de un joven inocente que en sus ansias por ascender en el difícil mundo de las finanzas se deja tentar por el diablo que los observa a todos desde su altar y se cree intocable. Como no podía ser menos en una película ambientada en ese mundillo, la ambición y, sobre todo, la codicia son los temas fundamentales. En uno de los discursos más memorables de la película (y mira que escribiría discursos memorables el señor Stone) Gordon Gekko suelta aquello de “La ambición es buena” y se queda tan ancho. Esa es la grandeza del personaje y es el matiz que tan bien le sabe dar Douglas: Gekko solo aprovecha el sistema que se le ha puesto en bandeja de la mejor manera posible y sin pedir disculpas por ello.
Desafortunadamente, Stone no estuvo tan fino con el resto del elenco. Charlie Sheen ya empezó a dar muestras de que su talento era más bien escaso y solo se salva cuando está bien acompañado por Douglas o por su inmenso padre (interpretando a su padre) Martin Sheen. Su partenaire sentimental, Daryl Hannah, no salió mejor parada y a la pobre se le ve con muy pocas ganas de estar por allí. De hecho, ambos salieron echando pestes de Stone: el primero dijo que nunca volvería a trabajar con él tras dos películas seguidas y la segunda aun a día de hoy reconoce no haber visto la cinta.
Lo más curioso y también lo mejor es que Wall Street no se siente como una película que acabe de cumplir 25 años. No es solo que los temas de los que hable y reflexione nos parezcan tremendamente actuales con la que está cayendo, sino que si no fuese por los estilismos, la música y los teléfonos móviles del tamaño de un ladrillo podría parecer que la rodaron la semana pasada. Porque al final, como reconoce el propio Gordon Gekko, él no es un tipo que construya ni fabrique nada, él sólo se dedica a especular, a comprar y vender intentando sacar tajada del débil, sin ningún escrúpulo, sin mirar los cadáveres que deje por el camino y mirando sólo la cuenta de resultados. ¿Os suena de algo?