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Especial Nicolas Winding Refn: DRIVE (2011)

Cuando la rana finalmente accedió a transportar al escorpión al otro lado del río, confió en que este sería capaz de contener su naturaleza con tal de sobrevivir, pero se equivocaba. Drive, el antepenúltimo trabajo de Nicolas Winding Refn, surgió como adaptación de la novela homónima de James Sallis, y se convirtió en la primera —y única— película que el danés ha dirigido sin haber participado en la escritura del guion, algo que por otro lado sus detractores venían señalando como un lastre para sus obras. Lejos de hacer un trabajo de encargo, impensable en un cineasta con aspiraciones de autor total, Refn convirtió la novela de Sallis en una de sus cintas más aclamadas, y esta vez por casi unanimidad, transformando la famosa fábula de la rana y el escorpión en un referente del “neo-noir” moderno.

Drive

Y es que analizar la filmografía de un director como Nicolas Winding Refn desde sus orígenes puede reservarte sorpresas como esta; el redescubrimiento de un clásico que en su primer visionado no me entusiasmó de la manera en que ahora lo ha conseguido. Una película que aboga por el refinamiento de la trama —su sencillez no implica carencia, sino solidez— y la hiperestilización de la forma para conformar una historia redonda cuya narración no deja ni un solo plano al azar.

Ryan Gosling (de nuevo desconocemos el nombre de nuestro protagonista, aunque en los créditos aparece como “driver”) interpreta a un habilidoso conductor que trabaja como especialista de acción durante el día y como chófer de criminales durante la noche, pero eso sí, siempre dejando claras sus condiciones antes de realizar cualquier encargo, lejos de querer implicarse en ningún escabroso asunto que haga estallar su apacible rutina de conducción nocturna por las oníricas calles de Los Ángeles. Ingenua la rana que cree poder relacionarse con escorpiones sin probar su letal veneno.

Como ya comentábamos en el texto anterior sobre Valhalla Rising, en Drive Winding Refn afianza su estilo mediante una evolución constante. A la concisión en el diálogo —aquí abundante en los gestos y miradas y escueto en las palabras— se le añade pulcritud estructural a una trama que se tacha apresuradamente de vacua, pero que exhibe una cohesión envidiable en su desarrollo y en las conexiones que establecen sus personajes, desde la chica que rompe la coraza de nuestro conductor (Carey Mulligan) hasta el dueño del taller que lo relaciona con la fauna de los bajos fondos (Bryan Craston), todos depurados a su más primario bosquejo. Que el antihéroe construido por Ryan Gosling recuerde a otros famosos arquetipos nacidos del western no es casualidad y que porte una icónica chaqueta con un escorpión a su espalda, tampoco.

Drive

En cuanto al aspecto formal, Drive es una auténtica delicia. El prólogo que abre la historia sirve por sí solo como síntesis de todo el virtuosismo que derrochará Refn a la hora de estilizar todos los aspectos de la narración, incluyendo los estallidos explícitos de violencia gore en los que ya nos introdujo en anteriores trabajos. La cuidadísima puesta en escena; un perfecto uso de la luz y el color; el excelso acompañamiento musical —mención especial al tema A Real Hero, colaboración de las bandas College y Electric Youth— y la atmósfera casi fantástica que satura en todo momento cada escena, respiran del espíritu del cine ochentero que en su momento caracterizó a otras obras de la época, como es el caso de Thief, de Michael Mann.

Drive sigue mostrando el submundo criminal crudo retratado en Pusher, pero todo se funde con la atmósfera onírica de Fear X, la mitología heroica de Valhalla Rising, la violencia estilizada de Bronson e incluso el amor por el cine que reside en Bleeder. En definitiva, el danés no da puntada sin hilo, siempre está en constante evolución y, quizás lo más importante, aprende y desaprende para siempre innovar con su cine. Y a mí me parece perfecto.

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