Tres años después de su cinta debut, Nicolas Winding Refn volvió a reunir a tres de los actores de Pusher: Un paseo por el abismo para entregar Bleeder, una película donde ya se comenzaban a vislumbrar algunas de sus constantes tanto dramáticas como estilísticas.
Bleeder narra la doble historia de Lenny y Leo. El primero, interpretado por Mad Mikkelsen, trabaja en un videoclub (recordemos que es una película de los noventa) y el segundo es un hombre insatisfecho con la noticia de que en breve será padre y fascinado por la violencia que le rodea. Las dos historias se entrelazan y se cruzan, aunque finalmente Winding Refn opte por dar más protagonismo a la trama del violento Leo. Aún así, Bleeder desarrolla una trama de matones más cerca del drama que del thriller con tintes románticos en la trama de Lenny.
Nicolas Winding Refn opta por situar a sus personajes en espacios claustrofóbicos (pasillos, tiendas, apartamentos…) y a la vez usando grandes angulares, estilizando la imagen y huyendo de la cámara mucho más nerviosa que usó en Pusher: Un paseo por el abismo. Igualmente, el uso de la música comienza a tomar también protagonismo, sobre todo en su noventera presentación de personajes.
Bleeder capta un clima de tensión en el Copenhagen de finales de los 90, donde el racismo y la violencia de las calles se contrapone con la calma en el videoclub de Lenny, donde las referencias cinéfilas fluyen sin problema. Winding Refn nos escupe a la cara todos los nombres que él admira, de Godard a Jorodowsky, pasando por Tarantino, ya convertido en un clásico. La verborrea típica de las películas noir de los noventa también está presente en una película donde el director danés falla al escoger la historia a la que prestarle atención: nos quedamos con ganas de saber qué fue de Lenny. O quizás es que Winding Refn es un pesimista que considera que entre el amor y la violencia, el ser humano tenderá siempre hacia la segunda.
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