El sustituto

El sustituto, transición imperfecta

De su etapa como director en Cuéntame cómo pasó, Oscar Aibar recupera a Ricardo Gómez y lo sitúa como protagonista de su primer largometraje como director en siete años. La gran diferencia es que ahora, el talento de aquel niño que vimos crecer se ha multiplicado exponencialmente. Y eso, juega a favor de un título modesto, pero no por ello menos interesante. El sustituto nos traslada al final de la transición española. Gómez es un policía que reemplaza en la costa levantina a un compañero fallecido. No tardará en descubrir que nada es lo que parece y que, aunque España es ahora un país democrático, sigue albergando criminales nostálgicos de regímenes dictatoriales. Un nuevo ejemplo de que el cine también es historia y ayuda a refrescar la memoria en aspectos del pasado que pueden repetirse en un futuro.

El sustituto

Hay películas que comienzan atrapándote en la butaca y poco a poco pierden tu atención. A El sustituto le pasa lo contrario. No es que su inicio sea tedioso o aburrido, pero resulta poco innovador. Sin embargo, la cinta pronto levanta el vuelo y nos sumerge en un thriller hipnótico e intrigante. 

El nazismo y la dictadura española han sido tratados numerosas veces en cine y de formas muy diversas. Pero aquí, se nos conduce por un camino novedoso para recordarnos y, también para admitir, que hubo benevolencia y connivencia con el fascismo como precio para alcanzar la democracia. La ambientación histórica en los años 80 sólo puede definirse como excelente. No se queda atrás la fotografía, que potencia ese tono cañí que impregna la trama y demuestra que un producto nacional puede tener identidad propia. 

Todo ello no serviría de nada si el guion de Maria Luisa Calderón y el propio Aibar no estuviera a altura. Han desarrollado una historia sólida donde casi todas las piezas encajan. El eslabón más débil podría ser la obligada trama familiar, que aporta lo mínimo y estorba, aunque sea necesaria. Mejor parada queda la amistad del protagonista con “Colombo” a pesar de ser algo mil veces visto. Ayuda mucho tener a Pere Ponce en el reparto. No solo él, también Vicky Luengo se convierte en un pilar sólido del relato con un personaje más interesante de lo que, a priori parece. Ambos consiguen transmitir química con Ricardo Gómez, que a estas alturas no tiene que demostrar nada, pero que vuelve a recordarnos que hace tiempo que se ha convertido en un actor adulto muy solvente. Ninguno de ellos encarna personajes blancos o negros si no que se mueven por el tono de grises. Un perfecto reflejo de lo que fue la Transición, por mucho que algunos intenten venderlo como un perfecto cuento de hadas. 

El sustituto

A muchos el final les resultará insatisfactorio por su poca espectacularidad cinematográfica. Y es entendible. Sin embargo, una vez la película está asimilada, uno se da cuenta de que lo más espectacular es que el desenlace posiblemente muestra la realidad tal cual fue. Y eso, sigue siendo aterrador. 

El sustituto (Oscar Aibar, 2021) ⭐️⭐️⭐️

El sustituto

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