España, año dos mil algo. En pleno apogeo del programa Callejeros aparecen en pantalla dos descerebrados con un Mitsubishi Eclipse. En el corte donde aparecen el reportero intenta entablar una conversación con ellos, que reconocen estar altamente drogados. En un momento del reportaje uno de ellos amenaza con sacar una pistola del maletero y, de hacerlo, sería para disparar al periodista. En ese instante estos señores se hacen famosos y forman ya parte de la historia de España.
No hace falta más que echar un vistazo a internet para ver que, en el 2016, los vídeos que más tirada tienen son aquellos en los que la gente aparece haciendo el loco, pegándole a gente aleatoria por la calle, peleas, saltos desde tejados sobre cristales rotos. En definitiva, el caos.
Vivimos en un mundo donde triunfa el trap, vestir de una forma extravagante, y donde todo merece ser grabado y publicado en internet. Ante esto Jared Leto solo podía tomar una decisión para interpretar al Joker, y es llevarlo al extremo más demente posible. Al contrario del Joker de Ledger, donde más que un agente del caos parecía un señor altamente extravagante pero con un plan premeditado.
¿Qué supone ser el Joker? Esta es una pregunta que no puedo responder, puesto que no tengo la formación necesaria al respecto. No he leído comics de Batman y mi percepción del Joker no es más que la que se ha formado de ver las películas y leer sobre el personaje aquí y allá, pero si algo tengo claro es que no me gustaría compartir estancia con él.
Jack Nicholson lo llevó a la pantalla de una forma tan kitsch que parecía más un personaje de la vida nocturna neoyorkina que un propio villano de verdad. Sin embargo Leto elucubra un personaje que da miedo, incontrolable y aparentemente en constante punto de ebullición. A mi me dio mucho miedo el Joker de Leto pese a que apenas aparece en pantalla.
Por compararlo de nuevo con la versión del difunto Heath Ledger (que recordemos se llevó un merecido Oscar por su interpretación) podemos decir que se aleja tanto en la forma como en el fondo. En lo poco que podemos ver de Leto nos dan a entender que es un tarado que no teme a nada, extravagante, probablemente drogadicto, enfermo. Mientras tanto el de Ledger nos mete en diatribas sobre le bien y el mal, algo que un enfermo mental jamás podría llevar a cabo, o al menos así lo veo yo.
Las críticas a esta versión del villano por antonomasia han ido al cuello y no se han dejado esperar. Creo que están todas equivocadas puesto que, sin duda alguna, considero que es la mejor versión del mismo. En una película que pretende estar al día y alejarse de las anteriores versiones de Gotham y su universo no es extraño que el Joker de Jared parezca salido de World Star Hip Hop o un videoclip de Future. Porque resulta que vivimos en una realidad donde una camiseta con agujeros vale trescientos euros y un comentario de un famoso en Twitter puede dar pie a cientos de portadas en periódicos. Si esto no es el caos, no sé qué lo será.
Sin entrar a valorar sobre si Suicide Squad es buena o no sí que considero un acierto total que el personaje aparezca tan poco tiempo en la película porque, como es de lógica, un enfermo como el Joker jamás podría haber formado parte de ningún escuadrón que no fuera a destruir el mundo tal y como lo conocemos por el mero hecho de verlo arder, así que no es de extrañar que en un futuro lo veamos en una película por su cuenta o con mayor peso en el Batman de Affleck.
Sea como fuere ya tienes que haber hecho las cosas bien para salir diez minutos en una película y que todo el mundo hable de ti.
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No.