Durante la historia del cine el género de las tramas de espionaje ha sido uno de los más explotados y que mejores resultados ha dado. Hitchcock asentó sus bases principales, siendo uno de los maestros a la hora de moldear la intriga y el misterio que rodean este tipo de películas en situaciones cotidianas. Con la muerte en los talones o La ventana indiscreta son dos claros ejemplos. Pero es en el periodo de guerras, en el enfrentamiento entre dos bandos, donde el espionaje aflora con más intensidad y donde es más reconocible. Está presente en buena parte de las películas bélicas sobre la primera y segunda guerra mundial y aparece en prácticamente todas las obras ambientadas durante la Guerra Fría. Cuando parecía que las historias de espías tipo James Bond se estaban agotando o como mínimo iban perdiendo fuerza, un hecho a escala mundial revolucionó el mundo y reinvento el género. A partir del atentado de las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001, el espionaje en las películas ocupó un segundo plano, rendido a otro género/tema que le había quitado el puesto: el terrorismo.
El espectador contemporáneo ha consumido durante 13 años y sigue consumiendo productos de entretenimiento marcados por el atentado de 2001. Durante esta era han proliferado las mejores series de televisión norteamericanas, que implícita (The Wire, Perdidos, Los soprano) o explícitamente (Homeland) se han visto contaminadas por los miedos y las paranoias post 11-S. El cine no se ha librado, y son innumerables las películas que han recreado el atentado desde diferentes ámbitos: el político/económico (Fahrenheit 9/11), el vínculo social/familiar (Tan fuerte, tan cerca) y bélico (La noche más oscura), hasta las tramas puramente de espionaje (La saga Bourne).
Creo que es importante hacer una reflexión general del género de espionaje para entender el trabajo de Anton Corbijn en El hombre más buscado. Y es importante porque durante estos 13 años el terrorismo y el espionaje han formado parte de la vida diaria del consumidor de entretenimiento. Lo hemos visto todo, y se nota que tanto Corbijn como su guionista Andrew Bovell eran conscientes de ello cuando decidieron adaptar la obra de John le Carré que da nombre a la película. El hombre más buscado muestra el trabajo de una unidad de espionaje en Hamburgo alarmado por la llegada de un hombre de origen checheno con antecedentes terroristas. No merece la pena explicar nada más ya que la trama es el arma más poderosa de la película. Una trama dividida en capas y diferentes sustratos analizados por la cámara de Corbijn (temblorosa en los momentos más intensos y solemne en los instantes más serios). El resultado es un gran número de personajes y elementos conectados entre sí que forman parte de la gran red de espionaje: desde los sospechosos, los jefes de unidad, las altas esferas, los informáticos, los señuelos, los infiltrados…Todos tienen su momento en la obra. A esto hay que añadir el gran realismo que Corbijn transmite a la historia al crear unos personajes humanos, donde los espías no están dotados de la elegancia y clase a la que están acostumbrados, sino que son impulsivos, obsesivos y muy a menudo, crueles.
Hay que reconocer el gran elenco de actores que consigue reunir Corbijn para la película: Willem Dafoe, Rachel McAdams, Robin Wright, el español Daniel Brül… Pero sin duda la mejor interpretación corre a cargo del protagonista, Philip Seymour Hoffman. El trabajo del reciente fallecido actor es descomunal y pido al espectador que se fije en él durante los últimos minutos de metraje: pocos actores han sabido mostrar la “desesperación” de una forma tan humana.
El hombre más buscado es probablemente la mejor película de espías que veremos este año y aunque sigue ligada a los dogmas y reglas propias del género, incorpora varios elementos originales. Si al espectador no le convencen este tipo de películas aún les queda un buen motivo para acudir al cine: Philip Seymour Hoffman.
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