Tengo miedo a muchísimas cosas, algunas tangibles, otras no tanto y esas son las que se acurrucan en una esquina de mi cabeza esperando a salir cinco segundos antes de que piense en ella y mis ojos se abran como si atravesase la atmósfera rumbo a la luna.
Alguna de esas cosas se han transformado en sueños, pero siempre desde la monotonía. Tener pesadillas con ese trabajo al que no quiero volver, situaciones dónde todo indica que tengo que volver al instituto incluso habiendo acabado la carrera o la lucha final con un hombre mitad cobra mitad, eso, hombre en una gruta subterránea, son algunos de los sueños que se repiten de vez en cuando.
Por eso, cuando un día enganche por televisión Mas allá de los sueños, me entregué con la pasión necesaria para descubrir qué había de verdad en aquellas alucinaciones nocturnas. Ni que decir tiene que buscar respuestas en una película de Robin Williams tiene como resolución el spoiler más evidente del mundo: sale mal.
La carrera de Robin Williams se puede dividir en muchas épocas. A finales de los noventa y hasta mediados del años 2000, existió una búsqueda en papeles más profundos y serios, lo mismo salía haciendo de psicópata calvo, se enfrentaba a Al Pacino por ver quién dormía menos o haciendo de señor adulto que buscaba la felicidad en los descontroles de la vida.
Explicar los acontecimientos rocambolescos de Más alla de los sueños puede llevar a aquel que lo intente hasta la más profunda de las depresiones, e incluso he intentado describirlos antes de escribir estas líneas, pero es muy complicado hablar de pérdidas de hijos, abatimiento psicológico y suicidio en unos términos asépticos y en concordia con todo el mundo.
Después de ver a Robin Williams haciendo profesor bonachón con Matt Damon y casi repitiendo el papel de médico en Patch Adams, plantarle cara a un viaje emocional tan duro como este, se presenta como la puntilla definitiva a abandonar la fe en el ser humano.
Más allá de los sueños es una de esas películas que solo he visto una vez por necesidad, de la que la belleza de sus efectos, el importante mensaje sobre el amor que destila y la nostalgia, te hacen creer que era muy bonita, pero cinco segundos antes de dormir recuerdas el viaje que emprende Robin Williams al purgatorio para recuperar a su mujer suicida para llevarla al cielo consigo y es ahí dónde surge la tristeza, empiezan las preguntas y acabas con los ojos como platos comiendo techo, dándole un nuevo significado al concepto ‘películas que te hacen pensar’.
2 comments
No ha envejecido mal visualmente, la volví a ver hace poco. Y a mí la historia me gustó más o menos, aunque entiendo que a mucha gente la parezca una soplapollez yo le tengo cierto aprecio a esta peli.
Vincent Ward tiene una pequeña joya llamada Map of the Human Heart.