Cada época de la vida viene marcada por una canción que marca un antes y un después en la vida de todos, en los noventa aquello era un poco más complicado con la explosión musical que sufrimos – que Barcelona y Sevilla se abrieran al mundo en el 92 tenía que traer algo malo– con el bombardeo del Sopa de Caracol, All my loving y La Macarena, quizás la peor parte se la llevasen los padres que aguantaban a esos niños intentando imitar a esos ídolos de barro de la canción que alegraban la vida en las eras oscuras.
En todo aquel maremagnum de cortes de agua por sequía, alguien pensó en los niños y en cómo necesitaban guías espirituales musicales para convertirse en los adultos del hoy; del mismo que modo que la generación anterior creció con Parchís o Barrio Sésamo, los que vendrían después, aquellos llamados a comerse el mundo, necesitaban algo más rápido, fuerte y mejor.
Así nació Bom Bom Chip.
Como todo éxito que se precie, el salto al cine era inminente y el estreno de El niño invisible era un hecho. La primera película protagonizada por los Bom Bom Chip, que viajaban al pasado para derrocar a un terrateniente medieval, toda una epopeya de la lucha de clases que sembraría el germen del 15-M en muchos de aquellos niños.
Lo único cierto es que la amalgama de elementos – viajes en el tiempo, la profesión de creador de videojuegos, la arqueología y el problema social de compartir el coche en una familia numerosa rica- convertían la película en el cóctel molotov perfecto para ser un éxito sin igual.
La película fracasó – nadie podía creerlo- y ni tan siquiera cubrió los gastos que generó. Aquello supuso el fin del grupo, que en tan solo tres años de carrera vio como se cumplía la máxima de los ídolos adolescentes: vive deprisa y deja un bonito cadáver.
En 1995, mientras mi madre hacía otro esfuerzo por acompañarme a ver una película que olvidaría nada más abandonar la sala y donde aún no existía el debate de qué era cultura y qué entretenimiento, ir a ver El niño invisible era como ver a John, Paul, George y Ringo – y a Billy Preston- subirse a la azotea aquella a tocar durante 28 minutos para luego nunca saber nada más de Los Beatles.
Muchas de las películas que vi en mi infancia, y que imagino que me empujaron a querer ver cada vez más hasta volverme loco, no eran buenas ni grandes obras maestras del cine.
3 comments
Me encantan éstos reportajes que hacéis, pero como petición personal: no podríais hacerlo más largos?!? Es que me dejáis a medias. No se, una crítica de la película por ejemplo con esa gracia e ironía que le ponéis a los mismos.
Es como si vas a tener relaciones sexuales y al terminar los preliminares te dicen: venga hasta luego.
P.d: estaba enamorado de la rubia del grupo (que a día de hoy, buscando fotos actuales,es la que peor a envejecido siendo honestos). Pero no los soportaba. Más Poochies no podían ser los pobres…
La rubia sí que enchonizó, sí xD
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A mi la que me molaba era la más chiquitaja, Rebeca creo que se llamaba. Y mira, resulta que hoy en día está de lo más simpática.
De Bom Bom Chip yo la verdad es que tengo recuerdos salpicados con algo de amargura, porque me regalaron el cassete por mi santo, a los pocos días de morir mi padre. Y siempre relacionaré los unos con lo otro.
Creo que el moreno ya me caía mal siendo yo igual de crío que él. He puesto youtube sólo para recordarlos. Ya os vale jajaja.
Aunque admito que el especial de Power Rangers que sacasteis hace unas semanas me tocó la fibra.