Un lago rodeado de un frondoso bosque en pleno verano es el sitio de encuentro de hombres que buscan sexo furtivo y sin compromiso con otros hombres. Vamos, lo que viene a conocerse como un sitio de cruising. Franck pasa los días tomando el sol, ligando y charlando con su nuevo amigo Henri hasta que queda prendado de un misterioso y apuesto individuo que lo arrastrará hacia terrenos oscuros y peligrosos.
Bajo la apariencia de novelilla pulp, gay, barata y pegajosa, El desconocido del lago es un thriller homoerótico con más lecturas y profundidad de las que pudiesen parecer en un primer vistazo. Alain Guiraudie muestra sin tapujos el sexo clandestino que acontece bajo los matorrales, sin ánimos de escandalizar (como dirán algunos) sino por el mero hecho de fotografiar y capturar este ritual social de cuerpos desnudos bajo el sol. A continuación nos introduce en el suspense de este único escenario (el lago) al que volvemos día tras día con trama policiaca incluida. Pero de lo que realmente está hablando (como en Extraños en un tren de Hitchcock) es de otra cosa: la irracionalidad del deseo, lo visceral y animal de la carne, las extrañas sendas del amor y desazón de la soledad.
Habrá quien se sienta molesto por el sexo explícito, por el sexo entre hombres e incluso por el beso del maravilloso cartel de la película, y prefieran esa pasión velada entre claroscuros y sábanas de satén que tanto se estilan a la hora de afrontar las relaciones entre adultos. Habrá quien se quede en el folletín intrascendente de una noche de verano. Habrá quien se sienta satisfecho simplemente con el festival de cuerpos, genitales y morbo. Pero lo más difícil será no encontrar a quien se sienta seducido por la emoción y frescura que recorren cada plano de esta refrescante, tenebrosa y triste cinta de verano.