Avisados estáis, El Castor es una película sobre la depresión. Pero la de verdad, la que te deja días, semanas y meses en la cama sin poder levantarte. La depresión como enfermedad que provoca tristeza e infelicidad y contagia a todo tu entorno. Y como toda enfermedad contagiosa, un mal del que se suele huir despavoridamente, bien por miedo o por incomprensión. Espero que tengáis la suerte de no saber de lo que hablo.
Os cuento un poco de qué va sin soltaros demasiados detalles. Walter Black es un hombre de aparente éxito. Buen trabajo y familia normal, todo aparentemente en orden. Pero sufre una depresión, no sabe cómo salir de ese pozo oscuro en el que ni siquiera sabe cómo ha entrado. Un día encuentra una marioneta de mano con forma de castor y decide expresarse a través de ella. Walter decide dejar de hablar y es el castor el que se comunica en su nombre. Este es el absurdo arranque de la película. La incomprensión del entorno de Walter es también la incomprensión del espectador ante tal planteamiento. Ahí está el truco, todos estamos descolocados desde el primer momento.
Walter, está interpretado por Mel Gibson en el que probablemente sea el mejor papel de su vida. El desgarro sin histrionismos del que hace gala el australiano es algo a lo que no estamos acostumbrados. Porque Jodie Foster, directora de la película, decide mantener un tono sosegado que muchos muchos otros realizadores no se hubieran atrevido a componer. El Castor es una propuesta mucho más arriesgada de lo que parece precisamente por esto: un tema que podría haber dado para un dramón esperpéntico y exagerado es narrado con una aparente levedad que, en el fondo, produce una desazón aun mayor.
El Castor se estrenó a principios de año y pasó sin pena ni gloria por las carteleras de todo el mundo. Y el caso es que lo entiendo. El mejor referente que se me ocurre es American Beauty que trataba, tangencialmente, un tema similar pero de una forma totalmente opuesta. Foster decide no adoctrinar, no dar respuestas ni soluciones. Y, lo que me parece el gran acierto, a diferencia de la de Sam Mendes, no condenar a nadie. Aquí no hay un sólo personaje detestable. La directora intenta que comprendamos las razones de todos ellos: los comportamientos del deprimido y su familia son mostrados con respeto. Parece fácil pero esa aparente levedad encierra todo un torrencial emocional por debajo. Por eso, El Castor puede pasar desapercibida y parecer una peliculita sencilla y rarita.
También puede ser que el tema me toque de lleno y vea matices que me son cercanos. Pero creo que es una película a la que no se le ha dado la suficiente importancia y que merece la pena que veáis para que os acerquéis a un tema tan ingrato como el de la depresión. Para mi ya está entre lo mejor realizado en lo que llevamos de año. No tengáis miedo, sólo dura 90 minutos y seguro que perdéis el tiempo en tonterías más grandes a lo largo del día.
4 comments
La tenía en la nevera esperando este post, gracias.
Tras ver la película estoy de acuerdo en casi todo lo del post, pero no sé si no entendí bien o me hago mis pajas mentales, pero yo en American Beauty veo más una crisis de edad, es verdad que es una depresión pero parece con un origen muy concreto.
Sin embargo en esta, el tipo de depresión me ha parecido muy aséptica. No se mete tanto en el origen de la depresión sino que ataca de lleno las situaciones que genera. No digo más que no sé si ya he hecho algún spoiler
Si, la diferencia con American Beauty está clara en la crisis de edad y en que el origen se explica. La mencionaba sobre todo porque en AB te ponías de parte del personaje de Kevin Spacey por lo gilipollas que era el de la mujer, que no es el caso de El Castor.