Cada año, tras las nominaciones a los Óscar, los medios de comunicación tradicionales se empeñan en darnos dos noticias absolutamente intrascendentes: la primera, la película con más posibilidades de ganar. O sea, la más nominada. Todos los aficionados al cine sabemos que en absoluto quiere decir lo mismo porque, por ejemplo, este año Mank se va a llevar los mismos Óscars importantes que Sonic. La segunda, la representación española. Y una vez Almodóvar se ha caído de la carrera con La voz humana, su disfrutable pero intrascendente corto, llega la hora de rascar. Y de repente a todo el mundo pareció interesarle mucho un documental chileno fabuloso que hasta ese momento habían ignorado pavorosamente. Por suerte, puede que ahora más gente preste más atención a la fabulosa El agente topo.
El agente topo es al mismo tiempo comedia, película detectivesca y drama humano, vestido con el lazo del (no sé hasta qué punto verdadero) documental. En un tiempo en el que cine como Relic o El padre centran sus esfuerzos en meternos el miedo en el cuerpo a envejecer y olvidarnos de quiénes somos, El agente topo viene a ser su contrario exacto, una película que sonríe a la vida, a la tercera edad, a sentirse querido siempre y a encontrar la felicidad donde menos lo esperas.
Un anuncio de trabajo en un periódico chileno solicita a un anciano que se infiltre en una residencia para investigar un robo. Sergio Chamy, un viudo reciente, acude a la entrevista y aprende a utilizar el móvil para poder infiltrarse sin ser visto. Pero lo que se encuentra en esa residencia no es necesariamente al ladrón, sino una epifanía de la vida. Y sé que suena excesivamente bonito o Mr. Wonderful, pero el documental consigue cerrar un círculo: el de un señor mayor que ha perdido su propósito en la vida y logra encontrarlo donde menos lo esperaba.
Porque la fauna que rodea al asilo es tan adorable como tierna y al mismo tiempo descacharrante. Ni uno solo de los personajes que rodean a Sergio durante sus pesquisas sobra, a pesar de que sus familias sí que lo crean. Al igual que en la reciente Loco por ella, El agente topo trata con naturalidad los problemas cotidianos de las personas ingresadas, sin estigmatizarlas ni ridiculizarlas. Es un proceso bonito, sorprendente y en el que soltaremos más de una carcajada y de una lagrimita.
Es sorprendente la profundidad que tiene una película que, a priori, aspira a tan poco. Pero hay belleza en aquello que elegimos ignorar, dignidad en aquello que la sociedad descarta y humor donde parece que solo cabe el drama. Y lo que parece que será una investigación sencilla acaba siendo un estudio de la vejez que nos debería hacer reflexionar sobre lo injustamente dada de lado que está la tercera edad en la sociedad actual, como si ya no pudieran aportarnos nada. Aparte de sabiduría, amor, respeto y sentido del humor, claro.
Me venían a la cabeza continuamente viendo El agente topo las voces de aquellos que, en el inicio de la pandemia, llamaban a confinar exclusivamente a la gente mayor para que los demás pudiéramos seguir con nuestra vida normal. Arrastrados al ostracismo y la soledad, aparcándolos como a un coche usado en habitaciones mal ventiladas, dejando que sus últimos años sean años de tristeza, melancolía y desazón. No sé si esta película haría reformular esos pensamientos malévolos y lamentables (porque no creo que la gente así este acostumbrada ni a ver cine ni a empatizar, dos cualidades que suelen ir de la mano), pero sí estoy convencido de que al menos les daría un poco de vergüenza al hablar tras su visionado.
El agente topo es fabulosa, y la única pega –absurda e inocua- que se le puede poner es la veracidad de lo que estamos viendo. Pero como en la reciente Bloody Nose, Empty Pockets, no es necesario saber el truco del mago para quedar absolutamente embelesado. Este año, los documentales nominados al Óscar ofrecen historias del pasado que explican el presente, dramas que continúan durante años, cuentos de amor por la naturaleza, pero nada se parece ni lejanamente a esta película fabulosa, sensible, cómica y endiabladamente única.
Y en un tiempo donde cada largometraje se parece al anterior, es un milagro que exista.