A priori, el reunir a Hugh Jackman y Taron Egerton (Kingsman: Servicio Secreto) en una película en la que no hay acción ni explosiones, condenaría a cualquier analista cinematográfico amante del marketing, a engrosar la cola del paro antes de que den las dos de la tarde. Pero tal vez por eso, y por la moraleja de ‘persigue tus sueños’ que está presente durante todo el metraje’, Eddie, el Águila es una sorpresa agradable que pasará a engrosar las listas de ‘películas para salir adelante tras una depresión’.
Para todos aquellos – como yo- cuya relación con el deporte de la nieve, sea un chiste sobre drogas, decir que Eddie, el Águila cuenta la historia real de Michael Edwards, el más famoso saltador de esquí británico, que a finales de los 80, representó a Gran Bretaña en los Juegos de Invierno de Calgary y batiendo el record de su país con 71.5 metros. Hay que tener en cuenta que la mejor marca dobla a la de Eddie -pero lo mejor de todo es que es una película honesta, que hace de un chiste nacional, una historia de superación.
Ya sea por la representación que hace Taron Egerton -británico medio, con cara de bobalicón y con ganas de salir de la profesión de yesero que le espera- o porque la historia sea así, lo que podría confundirse con un drama, Eddie, el Águila es una comedia alegre y ligera con un final feliz, recordando otros casos británicos que también consiguieron película, como Paul Potts con Un talento increíble o en formato documental con la vida de Susan Boyle.
Tal vez estemos ante una nueva ola, en la que el cine británico luche contra el cine estadounidense de superhéroes, con la puesta en marcha de antihéroes que salen triunfantes en una vida demasiado ordinaria.
Veremos.