El cuarto reino y Una corriente salvaje, películas presentes en la Competición Nacional de DocumentaMadrid 2019, parecen hermanadas por un común denominador: mostrar lugares donde las personas se refugian del inclemente mundo que nos ha tocado vivir. Ambas nos enseñan a seres magullados que encuentran un sitio donde poder seguir adelante pese a la mochila del pasado.
Curiosamente, las dos fueron las grandes vencedoras de esta edición: la primera obtuvo el Premio del Jurado de la Competición Nacional, mientras la segunda compartió la Mención Especial de esa sección junto a la notable Para la guerra.
Adán Aliaga, autor de La casa de mi abuela, y Álex Lora, firmante de Enterrados, realizan una versión ampliada de su corto The Fourth Kingdom en El cuarto reino, un documental que plasma la existencia de aquellos que viven y trabajan en un centro de recolección y reciclaje de la ciudad de Nueva York. Los residuos del mundo consumista comparten espacio con aquellos a los que la sociedad a desechado: alcohólicos, pobres y otros que tomaron el camino equivocado.
La película los retrata con dignidad, reflejando lo difícil que resulta salir del hoyo, pero sin condescendencia. Especialmente emocionante es el perfil que se muestra de André, un hombre sudamericano que quiere volver a su país para reencontrarse con su hija después de muchos años sumido en el alcoholismo. También es destacable la descripción de ese reino del desperdicio en el que se respira casi el ambiente de un hogar donde sus moradores se han convertido en una atípica familia.
Por su parte, Una corriente salvaje describe la peculiar vida de dos hombres que mantienen una estrecha amistad en una desolada zona marítima de México. La directora Nuria Ibáñez logra algo tan sencillo y tan complicado a la vez como que la cámara parezca invisible. Así somos testigos de la particular relación, no tan lejana a la que puede tener una pareja, y de los motivos que les han llevado a residir en una zona remota que les permite resguardarse de una existencia anterior que se intuye dura.
La cineasta, premiada en numerosos festivales por su trabajo en El cuarto desnudo, logra que la denominada profilmia se vea reducida al mínimo para captar un pedazo de intimidad entre dos hombres.