Después de Una mujer fantastica nos llega Disobedience, segundo trabajo del chileno Sebastián Lelio con ganas de repetir éxito y buenos comentarios. El director ha colocado en su escaparate particular a unos maniquies que son un reclamo para el espectador, vestidos con trajes negros que corresponden al tiempo de luto o desnudos con peluca o kipá cuando están en lugares religiosos o en la intimidad. Las dos Rachel, Weisz y McAdams pertenecen a mundos diferentes desde que una de ellas abandonó la comunidad judia de un barrio londinense y se marchó lejos de allí, a otro continente donde ejerce de moderna fotógrafa. Mientras Ronit en Nueva York lleva una vida liberada, con relaciones exporádicas con hombres y mujeres, Esti sigue los preceptos de la comunidad judia ortodoxa de Hendon, al noroeste de la capital, cumpliendo a rajatabla sus leyes que en ocasiones apartan a la mujer o la separan de los hombres, como la Mejitzá en las ceremonias en las sinagogas de barrio. Un fallecimiento inesperado vuelve a juntar a estos dos mujeres, un amor que quedó en suspenso y que fue duramente criticado por el rabino Rav Krushka, padre de Ronit. Ahora todos están sobre aviso, todos conocen los antecedentes de esta extranjera en su propia tierra, una hija pródiga que va a liarlo todo y a confundir a los que tiene a su lado que se cuestionan antiguas decisiones.
En este triángulo amoroso basado en la novela de Naomi Alderman los secretos van a ser una constante a tener en cuenta. Las dos amantes de Disobedience buscan lugares escondidos o con un significado especial, en el pasado y presente, para llevar hasta el fin unos deseos irrefrenables a los que se les ha puesto barreras y distancia. Son escenas tremendamente morbosas, algunas en el hotel que despejan dudas sobre lo intenso de esa pasión y otras más light en público con miradas impacientes y roces intencionados las que conforman un relato que no hiere sensibilidades ¡por Dios, estamos en el siglo XXI! pero que no nos encontramos habitualmente en el cine comercial para mayorias.
Pese a que el discurso de Disobedience resulta interesante se echa de menos referencias a esta religión de la que se conoce tan poco en algunos círculos. Con Único testigo, de Peter Weir, se aprovechó una historia policíaca para presentarnos usos y costumbres de los amish, usó como excusa un caso de asesinato y búsqueda del testigo para hacernos llegar el día a día de esta comunidad que compartía espacio con una modernidad alejada de su religión. Sebastián Lelio no puede o no quiere hacer lo mismo y solo pasa de puntillas por el escenario concentrado en un amor entre dos mujeres que ya hemos visto muchas veces. Si, lo reconozco los tres protagonistas de este drama actuan de una manera brillante, dos de ellos con las ideas difusas y otro con algunas más claras. Al final el intransigente y radical impedimento primero se echa a un lado concediendo una libertad pedida que se creía arrebatada. Las voces críticas, las normas religiosas y los mandos autoritarios son saltados a la torera por aquellos que predican el bien en sus discursos y que no pueden ir en contra de su corazón. Dovid ha aprendido una lección que no olvidará, ha perdido aquello que más ama pero sigue conservando el juicio que tiempo atrás fue enseñado por su maestro sin saberlo, Ronit se debate entre un amor de juventud del que no puede escapar, pese a que lo intenta infructuosamente y una racionalidad que la empuja a abandonar un lugar en el que no encaja y Esti está entre medias de ambos sobrepasada por una noticia que le obliga a tomar una decisión definitiva y que marcará un final, bueno o malo para los tres.
Hay varios momentos de esos en los que esperamos un beso robado entre público que hagan salir del armario a las dos enamoradas, una declaración lapidaria después de presión máxima que deje tocados a todos aquellos que la escuchan o un happy end que recuerde al Diario de Noah, con una Rachel McAdams corriendo detrás de un taxi y marchándose lejos de allí, momentos que desbordarían la tensión y pitarían en nuestros oidos como la señal de una tetera. No voy a decir si llegan a producirse, no voy a desvelar algunas de las cartas de esta partida con diferentes ¡uy! con puntos suspensivos. Son las cotas más altas de esta montaña con algunos llanos pasados de tiempo y bajadas sin frenos con música de viento en el cogote.
Disobedience es algo más que las sombras alargadas de Grey, pero menos que lo que podría ser. Una oportunidad perdida de conocimento sobre la religión judia a la que se le presta una atención muy limitada. Tendremos que viajar hasta Mallorca ¡digo Toledo! para descubrir su museo en nuestro país. El sabbath de color oscuro es un grupo moderno de heavy metal, el otro es sagrado y se celebra cada semana. Un buen día para pasarse por el cine más cercano.
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