Miguel Gomes y su habitual colaboradora Maureen Fazendeiro firman una de las propuestas más interesantes dentro de este nuevo género (a menudo aborrecedor) de películas enmarcadas dentro del contexto pandémico. En vez de caer en la trampa fácil de situar y apelar de forma inmediata y obvia al covid, Diários de Otsoga prefiere ir descubriendo los detalles narrativos y contextuales de la película a fuego lento.
Para ello utiliza una estructura narrativa invertida, los días en la película corren hacia atrás, empezando por el día 22 y terminando con el primer día. De hecho no es hasta el final de la película que descubrimos la presencia del covid entre unos personajes que se han visto atrapados en una cuarentena. Personajes que forman parte del rodaje de una película truncada por el virus.
Diarios de Otsoga es un ejercicio metacinematográfico muy simple, muy consciente de sí mismo, un juego que lejos de ser pretencioso y enrevesado es simplemente agradable y bonito. De esta forma el espectador queda conmovido por unos personajes que se han visto en una situación por la que todos hemos pasado, pero que en vez de incidir en las miserias y desgracias que ha acarreado, viven con humor, felicidad y fraternidad el avance de la pandemia. El hecho de que además la película haya ocurrido realmente en el momento y las circunstancias que retrata le aporta un toque mágico. Y es que la mejor forma de combatir este virus es con humor, creatividad y sino siempre nos quedará bailar a ritmo de Frankie Valli.