Arnaud Desplechin se ha convertido con el tiempo en uno de los directores referencia del D’A Film Festival. No es para menos teniendo en cuenta que en los últimos años se ha ido ganando el puesto dentro de la cinematografía francesa contemporánea. Con Tres recuerdos de mi juventud ya nos dejo bastante clara la buena mano que tenía a la hora de dirigir actores y desarrollar relatos de una complejidad narrativa considerable. Roubaix, une lumière es una de sus películas más políticas y críticas que incide de una forma original en los problemas raciales y de clases sociales que asolan Francia.
Roubaix es uno de los municipios franceses con más índice de criminalidad. Allí el jefe de policía Daoud lidia con todos los altercados posibles que pueden ocurrir (robos, violaciones, asesinatos…) mediante el temple sereno que le caracteriza. Durante la primera hora de película Desplechin apunta a demasiados sitios sin establecer una guía o un mensaje concreto. Nos hace conocer y entender perfectamente todas las situaciones a las que la policía se enfrenta pero de una forma simplemente descriptiva y sin profundizar hacia ninguna parte.
Es hacia el final de la película cuando por fin consigue centrarse en el crimen que dos chicas (una de ellas interpretada por Léa Seydoux) supuestamente han cometido. Los interrogatorios a los que son sometidas son sumamente realistas y parecen estar filmados a tiempo real. La película abre muchos melones y pese a que todo acaba teniendo su resolución la sensación final es muy agridulce. El cooprotagonismo del film repartido entre Daoud y un nuevo agente que se acaba de incorporar en la comisaría parece haber sido contraproducente. Hasta cierto punto parece que la película se haya centrado en una descripción más cercana al reportaje y aunque culmina con un mensaje positivista de resignación no termina de convencer.
Afortunadamente Desplechin no ha perdido su buena mano en la dirección de actores y transmite sensaciones reales que consiguen sostener Roubaix, une lumière.