Debería disculparme un poco con Clint Eastwood, Richard Jewell sí que ofrece algo más. Que el veterano siga con su estilo tras años de agotamiento no impide que este aún sea capaz de reflexionar de alguna forma. Richard Jewell tiene un carácter definido, da motivos para quererle y dudar del mismo, propugna la justicia y el amor cual héroe americano mientras pone de relieve los problemas que ello supone. Bryan Stevenson y Johnny D. serían hermosísimas personas, no hay que ponerlo en duda, mas en Cuestión de justicia Bryan Stevenson y Johnny D. podrían ser cualquier persona.
Cualquiera que me conozca sabrá que mi memoria es infame. Hoy es martes, 16.40 de la tarde, momento en el que rescato del olvido Las golondrinas de Kabul, vista apenas hace una semana. Me pasa a menudo – también a cualquier cinéfilo que esté expuesto al torrente de información que nos aturde estos días -. Lo que no destaca muere pronto, así que impactas o pereces, y ese fue el problema de esta hermosa película de animación. Las golondrinas de Kabul busca ser universal desde la misma universalidad, historias y conflictos necesarios pero repetidos hasta la saciedad. Termino por recordar esta cinta no por sus virtudes sino por sus carencias, exponiéndola sin merecer tal mal en absoluto. Cuestión de justicia en su galería de recursos hace gala de muy pocos para recordarla en un futuro. La construcción dramática apenas es un andamio que sustenta personajes esquemáticos, la trama confía sólo en la acción y el sensacionalismo para atraparnos y los tópicos abundan por doquier. Se suele limpiar las historias de aditivos para contener la esencia, buscando que el espectador se identifique o, al menos, fantasee con poder ser el protagonista. En este caso, no funciona así. Bryan Stevenson y Johnny D. podrían ser cualquier persona, eso debería agitar la conciencia de cualquiera que no quiera estar en su pellejo. Sin embargo, el efecto es el contrario, pues no podemos siquiera reconocer a tales personajes como potenciales personas.
El cine clásico de Hollywood no ha muerto, se disfraza sin riesgo. En Cuestión de justicia persisten tópicos fílmicos y sociales, que más allá de su veracidad rebotan en nuestra conciencia. El racismo, en ocasiones sutil, sustenta esta obra por mil veces vista y por ello cualquier intento de contar al mundo una realidad cruda y positiva a la par es una oportunidad destinada al olvido.