Si existe una figura equiparable a la de Hayao Miyzaki dentro del estudio Ghibli es sin duda Isao Takahata. El director de cintas tan emblemáticas como La tumba de las luciérnagas o Recuerdos del ayer permanece en activo a diferencia de Miyazaki regresa este fin de semana a cartelera con El cuento de la princesa Kaguya. Afortunadamente el film, estrenado en 2013 en Japón, llega a las salas españolas tras haber haber pasado en multitud de festivales y haber sido nominada al Oscar a mejor largometraje de animación en 2014.
El cuento de la princesa Kaguya es una delicia en múltiples sentidos, una experiencia sensorial, emocional e intelectual a la que pocas películas de Ghibli han conseguido llegar. Uno de los grandes rasgos que hacen especial la película es sin duda su estética. El trazo a mano y los colores de acuarela hacen de la película una de las más hermosas y cuidadas del estudio hasta la fecha. Sin embargo, la cinta fue un total fracaso en su estreno en Japón, con una producción de 8 años y un presupuesto de 49 millones de dólares, consiguió recaudar solamente 22. Esa es una de las razones que han provocado el retraso de su estreno en otros países y el intento de recuperar el dinero invertido con una cinta mucho más comercial, El recuerdo de Marnie. A pesar de su estrepitoso fracaso, toda la ambición desbordada en la creación de esta película no ha sido inútil.
El cuento de la princesa Kaguya es probablemente una de las mejores películas de Ghibli de los últimos años. La obra, inspirada en un cuento popular japonés, narra la historia de Kaguya, una niña que aparece misteriosamente en una caña de bambú y es cuidada por un matrimonio de ancianos. Kaguya crece a ritmo desenfrenado hasta convertirse en adulto y sus padres adoptivos deciden ofrecerle un futuro mejor lejos del campo. Convencidos de que Kaguya es una princesa, construyen una mansión para ella y la introducen en las costumbres de la nobleza. Pero Kaguya es incapaz de adaptarse y solo quiere regresar al campo con sus amigos.
En ciertos aspectos el costumbrismo intrínseco de El cuento de la princesa Kaguya y la dedicación de buena parte de de la película a que Kaguya encuentre marido recuerda a las obras de Ozu. Existen relativamente pocas películas de animación de época japonesas y resulta muy interesante la incorporación de las tradiciones niponas en este tipo de cine. Ya no solo como elemento didáctico sino por toda la estética y universo que evocan. El retrato que se hace del antiguo imperio nipón en la película es fascinante y se adapta perfectamente con el tono místico y fantástico de la película reforzada además por la magnífica banda sonora del veterano compositor Joe Hisaishi.
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