Creed II: La leyenda de Rocky, confrontación fresquita

Van pasando los años y cada vez parece más claro que la saga cinematográfica de Rocky Balboa es una de las más imprevisibles de la historia del séptimo arte. Los espectadores ya se conocen de sobra la fórmula base, pero lo que no saben nunca es con qué nuevos ingredientes secretos se van a encontrar en cada nueva entrega. Como conjunto, las películas del Potro Italiano son una montaña rusa tonal cuyos loopings hay que ver para creer. Esta es una de las primeras franquicias mutantes que allanaron el terreno para que otras como Fast and Furious pudieran recoger el testigo y hacer lo mismo pegando bandazos loquísimos con respecto a sus orígenes.

 Creed II: La Leyenda de Rocky

Recapitulemos. Cuando allá por el 1976 el señor Sylvester Stallone sorprendió a propios y extraños ventilándole el Oscar a Mejor Película a la mismísima Taxi Driver, nadie podía imaginarse que éste iba a tener los santos cojones de prostituir su creación secuela tras secuela hasta el punto de acabar enfrentando a su protagonista contra el mismísimo Mr. T. Pero menos preparados estaban para ver a Rocky en una petardísima alegoría sobre la Guerra Fría, luchando contra un ruso muy malo encarnado por Dolph Lundgren en una cuarta cinta alejadísima del espíritu de la primera. Rocky IV no era precisamente buena, pero elevaba las cotas de vergüenza ajena hasta límites tan extremos que era imposible no rendirse ante la hilaridad involuntaria de la que hacía gala.

Más costó creer que, después de que Rocky V aburriera a cualquier incauto que osara enfrentarse a su visionado, el personaje recuperase la dignidad perdida una década y media más tarde gracias a la espléndida Rocky Balboa. El sexto film nos brindó un relato crepuscular que cerraba de forma más que satisfactoria la historia del entrañable boxeador italoamericano. O eso creíamos, hasta que Ryan Coogler se hizo cargo del guión y la dirección de Creed: La leyenda de Rocky. A caballo entre secuela y spin-off, Coogler nos contó la historia de Adonis Creed (Michael B. Jordan), hijo del ya fallecido amigo y ex-rival de Rocky. Este inesperado soplo de aire fresco consiguió rascar una nominación al Oscar a Mejor Actor Secundario para Stallone y reiniciar con acierto una saga que parecía estar ya más que finiquitada.

Contando de nuevo con el favor del público y de la crítica, muchos teníamos curiosidad por saber cuál iba a ser el siguiente paso a seguir por la franquicia. Stallone lo tenía muy claro: tenían que volver los rusos.

Sí, yo puse la misma cara.

 Creed II: La Leyenda de Rocky

Creed II: La Leyenda de Rocky (que alguien le pegue dos tiros en la cara al señor que decidió el título en español) es, en realidad, la suma de dos propuestas muy distintas entre sí. Por un lado, como es lógico, se trata de la segunda parte de Creed. Por otro, es también una continuación de Rocky IV. Conseguir que la mezcla entre ambos conceptos no resulte ridícula de principio a fin es uno de los mastodónticos logros que tenemos que concederle a sus responsables. 

Si bien es justo decir que por momentos parece que la cosa puede quedarse a medio gas en ambas facetas, también cuenta con momentos de lo más satisfactorios. Escenas poderosas se mezclarán con los topicazos más predecibles que nos podamos echar a la cara, pero en el fondo ya sabemos todos lo que vamos a ver. Por suerte su metraje está salpimentado con varios destellos de frescura —ojo a esa Tessa Thompson cantarina— que se aprecian y se gozan cosa mala.

 Creed II: La Leyenda de Rocky

La parte mala es que también resulta muy evidente la necesidad de que alguien ate en corto el ego de Stallone. Parece que Cheo Hodari Coker, el co-guionista, no encontró una forma diplomática de decirle a su jefe que quizá debería darse algo menos de protagonismo. Imperdonable la escena en la que se nos narra uno de los momentos más importantes de la vida de Adonis —recordemos, el protagonista real de la historia— únicamente desde el punto de vista de Rocky

Sobre la parte que más expectativas (y temores) despertaba entre los fans, tengo buenas y malas noticias: los rusos siguen siendo unos tópicos con patas que casi rozan la supervillanía, pero al menos esta vez cuando vemos a Ivan Drago percibimos que se trata de un ser humano en lugar de un extravagante Terminator soviético. Dolph Lundgren puede que nos ofrezca aquí la mejor actuación de su carrera, dotando a su personaje de un par de nuevos matices para que podamos empatizar con él, pese a que no por ello deje de ser reconocible como el mismo ruso cabrón al que interpretó décadas atrás. Son pequeñas pinceladas, sí. Pueden saber a poco, también. Pero al menos están ahí. Que podrían no estar, pero están. La lástima es que el personaje de su hijo, Viktor Drago, no pase de ser un mostrenco bidimensional que oscila entre lo cuqui y lo amenazador según la escena que le toque interpretar.

Por último, a quien más se echa de menos en esta ocasión es a Ryan Coogler (y a sus filigranas visuales) detrás de las cámaras. Tampoco es cuestión de desmerecer a su sustituto, ya que Steven Caple Jr. cumple sobradamente y además se marca unos combates espectaculares donde las hostias duelen y la tensión se mantiene pese a que sepamos perfectamente cuál va a ser el resultado final de cada encuentro. No obstante, nos encontramos ante una dirección mucho más impersonal y claramente de encargo que la de su predecesora.

Aun así, que no decaigan los ánimos. Por raro que parezca, 8 películas y 43 años más tarde, esta saga sigue siendo capaz de darnos alegrías. Creed II es emocionante, honesta, disfrutable y entretenidísima. Y, asumiendo que Stallone no nos haya mentido en las entrevistas promocionales (o que cambie de opinión a posteriori), puede que ésta sea también la última oportunidad que tengamos de ver en la gran pantalla al Potro Italiano. Desde aquí sólo me queda desear que, pase lo que pase, los nuevos capítulos que veamos de esta historia sigan evolucionando de formas inesperadas.

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