Tras debutar en la Berlinale de este año y pasar por Guadalajara, Sofia y Nantes llega a la sección ZonaZine del Festival de Málaga Con el viento, opera prima en el mundo del largometraje de Meritxell Colell Aparicio. Aún así, la directora cuenta con un amplio curriculum en el mundo del medio metraje documental, que vuelca en esta película que, siendo ficción, se siente enormemente personal y real.
Con un reparto formado por la bailarina Mónica García, la veterana Ana Fernández, la actriz y directora Elena Martín y la debutante Concha Canal, Con el viento narra la sencilla historia de una anciana que tras enviudar recibe la visita de sus hijas y su nieta. Los viejos rencores se hacen presentes y la incertidumbre del futuro resuena más que nunca, mientras las mujeres contemplan el paisaje, juegan a las cartas y esperan a tomar una decisión sobre la vieja casa del pueblo. Pero pronto nos queda claro que la anécdota argumental es solo una excusa para la exposición de unas sensaciones, más que unos sentimientos.
La película arranca de forma casi abstracta donde intuimos unos movimientos que acabamos descubriendo que son una danza. Estas sensaciones que van de lo visual a lo narrativo suponen los puntos de fuga de Mónica en su lucha por comprender su pasado y enfrentarse a lo que vendrá. Entre paseos y reproches en voz baja, Colell aúna el formato documental con un estilo contemplativo atento a los detalles, los pequeños gestos y el paso del tiempo. Con el viento respira con calma, algo a contracorriente en un mundo saturado de imágenes que no tenemos tiempo de procesar, y desarrolla un gusto por el sonido que nos transporta al entorno de las protagonistas. Mónica no tuvo tiempo de ver envejecer a sus padres, su sobrina no quiere caer en el error, pero aun así el tiempo pasa mientras se toma la decisión.
Con la creencia de que todo acto es político, podemos incluso ver como el compromiso con su realidad alza a Con el viento aun más arriba. El enfrentamiento entre un mundo que parece que ya es pasado (un pueblecito de Burgos) y que nunca tendrá futuro, con las mencionadas metrópolis de Buenos Aires y Berlín, no hace más que añadir capas de hondura a una obra de apariencia sencilla pero llena de profundidad.