A sus 25 años, Cooper Raiff acaba de estrenar su segunda película, titulada ‘Cha Cha Real Smooth’. En su ópera prima, Shithouse, Raiff interpretaba (además de dirigir y escribir) a un estudiante universitario en su primer año universitario al que le cuesta disfrutar y abrazar esta nueva etapa. Este debut fue tierno y prometedor; una historia simple que seguía algunas pautas evocadoras a Linklater y su Antes del amanecer, y que se centraba en explorar los pequeños sentimientos nostálgicos que podemos sentir tras algún cambio vital.En Cha Cha Real Smooth, estrenada en Apple TV tras su paso por el festival de Sundance, Raiff vuelve a interpretar al protagonista, un recién graduado que vuelve a casa sin tener muy claro qué hacer ahora con su vida.
Andrew duerme en un colchón en la habitación de su hermano menor (Evan Assante), consigue un “mal trabajo” y echa de menos a su ex-novia, la cual consiguió una beca y se fue a Barcelona. Se puede considerar, por tanto, una secuela espiritual a su anterior largometraje, sobre todo por mantener su mismo toque sincero y vulnerable, esta vez aplicada a la siguiente etapa vital. Podría ser que estamos viendo a su creador procesar su madurez a tiempo real. La película nos introduce también a Domino (Dakota Johnson) y a su hija Lola (Vanessa Burghardt), a quiénes Andrew conoce en un bar mitzvá al que acompaña a su hermano. Lola es autista, pero parece cómoda con Andrew, que incluso consigue que ésta baile durante la fiesta. Su energía y esfuerzo por que todo el mundo lo pase bien en la fiesta llaman la atención de las madres de la comunidad, que le reclutan como “party starter” (animador de fiestas) para los próximos bar mitzvá (el título hace referencia a Cha Cha Slide, canción – y correspondiente coreografía – común en fiestas y celebraciones del estilo). Además, comienza a forjar una conexión con Domino y se convierte en el canguro de Lola.
El encanto de Cha Cha Real Smooth es su empatía por todas las etapas por las que pasan sus personajes, no sólo la del protagonista. Los sentimientos y decisiones de padres, madres o niños de 12 años reciben el mismo respeto y valor que el joven sin rumbo. Andrew es siempre amable, sincero y es capaz de articular lo que siente (en un par de ocasiones en las que miente, lo rectifica acto seguido con un “no sé por qué acabo de decir eso”), y si hay conflicto, nunca es por falta de comunicación o por malentendidos, mucho menos por maldad. El poco conflicto que hay radica siempre de un punto emocional. Andrew debe darse cuenta de que todavía le queda por crecer, de que realmente no se conoce tanto a sí mismo, aceptar lo que cada fase de la vida conlleva. Raiff lo interpreta con soltura, reflejando simultáneamente la confianza y confusión que atraviesa el personaje con un sentido del humor muy particular. Su química con la estupenda Dakota Johnson es una delicia.
Este tipo de cine puede percibirse como empalagoso o pretencioso, pero para mi funciona a un nivel tan lejos del cinismo, tan honesto y vulnerable que no puedo evitar acompañar a Cooper Raiff en esta especie de experiencia terapéutica que ha creado. Decía Mike Mills, director de C’mon C’mon o Mujeres del Siglo XX que su género son los sentimientos. Raiff también podría definirse así; es un cine sensible, atento, simpático, amable. No trata de incomodar ni provocar, no trata de sorprender; lo que le interesa es capturar una experiencia, un momento concreto, que de específico se hace universal. Definitivamente, Cooper Raiff es de esos nombres a los que hay que comenzar a prestar atención.