Tuvieron que pasar más de quince años para que David Trueba viese reconocido su talento por el gran público y la Academia de Cine. Hasta Vivir es fácil con los ojos cerrados su carrera se había mantenido en un limbo en el que, a pesar de contar con un cierto consenso crítico, no había llegado a cuajar comercialmente. Su cine siempre se había mantenido en unos márgenes con los que claramente el público no conectaba: Soldados de Salamina, Madrid, 1987 o incluso la marciana Obra maestra daban cuenta de un creador más arriesgado de lo que parecía y que no estaba dispuesto a sucumbir a los cantos de sirena de las masas. De hecho, tuvo que ser su película más convencional la que la aupase al reconocimiento general. Cinco años han tenido que pasar para que Trueba de un paso más en su estimulante trayectoria y, como no podía ser menos, lo hace de la forma más imprevista: En vez de mantenerse en un cine acomodaticio, con Casi 40 vuelve a una posición probablemente más marginal de cara a los fans de su anterior cinta, pero seguramente más estimulante.
Resultó muy interesante, a la vez que desolador, ver como en la pasada edición del Festival de Málaga. Cine en Español la mayoría del público joven, algunos de ellos compañeros de la crítica y miembros del jurado universitario, desconocía la carrera de Trueba al que habían descubierto pocos años antes con la película protagonizada por Javier Cámara. De este modo, enfrentarse a Casi 40 sería como ir a París sin antes haber visitado Viena. Las películas no son setas que nacen en medio de la nada y para entender el presente hay que conocer el pasado.
Casi 40 recupera a los personajes de la opera prima de Trueba, La buena vida, y los pone a charlar y a enfrentarse con su pasado y su presente. Entre charla y charla oiremos a Lucía Jiménez entonar canciones y a Fernando Ramallo lidiar con el hecho de que la sociedad le pide que se comporte como un adulto. El placer de la palabra, del diálogo, de la cháchara supone el punto fuerte de Casi 40. Igualmente, Trueba parece acercarse al cine de su sobrino, Jonás, que no es más que una reivindicación de cierto cine francés que en el público español no acaba de cuajar.
Al final, lo de menos es “la historia” y lo que cuenta son las sensaciones y las reflexiones sobre el tiempo perdido, lo que está por llegar y, sobre todo, lo que esperábamos que pasase y nunca ocurrió. Pensar que hay que tener casi 40 años para disfrutar de esta película no deja de ser algo triste, no deja de ser una falta de empatía. Está claro que sus formas no son las más convencionales, pero lo que importa es la claridad y empeño por mostrar un estado de ánimo que incluso podríamos decir que es el de todo un país. Quizás Casi 40 también hable de una desconexión generacional. El caso es que habla de muchas cosas, más de las que parece.
3 comments
Pues, con esta crítica, me han entrado muchas ganas de verla…
Gracias!
Gracias a ti 😉