Se acerca el 14 de febrero, día de los enamorados, y no es de extrañar que una de las estrategias de marketing más importantes y más camufladas acabe salpicando la cartelera. Curiosamente la película que nos llega de Hollywood este fin de semana, Cincuenta sombras de Grey, abandona los estereotipos del amor para centrarse en lo carnal. Pero la película de “amor” en un sentido más tradicional para este San Valentín, es europea, y concretamente de Bélgica. Se llama Brasserie Romantic y el título ya nos lo dice todo. Solo hacen falta unos pocos ingredientes más para completar la película: situarla evidentemente en la noche de San Valentín; establecer un relato coral de diferentes relaciones al estilo Love Actually, y dejar que los tópicos del discurso del amor impulsen la trama.
Solo existen realmente dos puntos o elementos originales y tímidamente innovadores en Brasserie Romantic: sucede en una franja de tiempo muy corta (solo una noche) y en un mismo espacio (un restaurante). Las diferentes tramas amorosas se ven asaltadas por temas clásicos: las infidelidades, el ama de casa sometida al ricachón pedante, el friki que intenta conseguir el amor, el guaperas que hará todo lo posible para que la chica que le gusta se olvide de su fracasada relación anterior…Pero una historia será la que más importancia tenga y destaque por si sola. La dueña del restaurante (dirigido también por su hermano chef) se verá asaltada por un amor de la adolescencia que daba por desaparecido pero que le pide que lo dejé todo por él. Pero lo más curioso y atractivo de la película es la forma en la que avanzan las historias de amor, a través del menú del restaurante. Todas empiezan con un aperitivo y a medida que van apareciendo
los platos van surgiendo los conflictos, las discusiones y las discrepancias que se han de resolver una vez llegue el postre.
Poco más puede explicarse de una fórmula de película que ha aparecido reflejada en la gran pantalla un sinfín de veces. El retrato coral de amor, típico de San Valentín, tiene una estructura férrea que solo busca contentar un target determinado que no busca demasiadas sorpresas. Aun así se agradece la incursión de elementos innovadores como el uso de un mismo tiempo y espacio o la forma en la que se desarrollan las historias. Aun así, estos ingredientes no son suficientes como para hacer de esta película una obra atractiva que vaya más allá de los melodramas modernos del siglo XXI que poco indagan y arriesgan a la hora de explorar el amor. Un tema que acostumbramos a estereotipar y definir a través de unas mismas estructuras pero cuya esencia es mucho más complicada y difícil de lo que parece. Esperemos que los próximos San Valentines sean mejores desde un punto de vista cinematográfico, o que como mínimo arriesguen y apuesten por estructuras y estilos algo más innovadores.
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