Las luces de la casa, apagadas. Las persianas, a media altura. La tenue luz de una farola entra por la ventana, y un niño que no puede dormir se tapa con la sábana hasta los ojos. Una suave voz canta, entre cariñosa y terrorífica, susurra un canto que solo el niño puede escuchar: “Duérmete niño, duérmete ya, que viene el Coco y te comerá”. Fundido a negro. Teniendo una secuencia así, ¿cómo es posible que en España hayamos estrenado cientos de tunos negros, school killers y artes de morir, pero ni siquiera un “El Coco”? Sí, claro, puede parecer infantil a simple vista, pero no debemos olvidar que es en nuestros terrores infantiles donde se esconden los sudores nocturnos adultos. Prueba de ello es Babadook, una película que ha comprendido esta premisa y que llega ahora a nuestras carteleras después de recibir una notable aceptación en Sitges, Sundance y prácticamente cualquier lugar donde se haya mostrado.
No nos llevemos a error: Babadook no reinventa la rueda, ni nos muestra algo absolutamente novedoso, ni tan siquiera tiene esa intención en ningún momento. Se trata del cuento del Coco, del Hombre del Saco, del Freddy Krueger de turno, contado otra vez. ¿Estáis pensando “Qué aburrimiento”? Nada más lejos: en este caso, al contrario que en la mayoría, todos los engranajes funcionan a la perfección y nos hacen recordar por qué al cine de terror le quedan muchas historias que contar, incluso si no dejan de ser variaciones continuas de un mismo cuento. Porque, al fin y al cabo, eso es lo que es Babadook: un cuento en el que el bien, representado por Amelia, una madre con demonios interiores, y Samuel, su hijo asocial, se enfrenta al mal, papel que en este caso recae sobre uno de los villanos más carismáticos que el cine de terror ha dado en la última década: El Babadook.
¿Hace cuánto que no salimos de ver una película de terror pensando en lo carismático que era el villano? En los 80 e inicios de los 90 esto era el pan de cada día, tanto con las criaturas sobrenaturales (Freddy, Hellraiser, Candyman…) como con los asesinos más humanizados (Jason, Michael Myers, Caracuero…). Con el paso de los años, cada vez se ha ido perdiendo más el encanto por un villano con carisma y bien realizado. No hace falta que explique sus asesinatos, ni que sintamos lástima por él: un buen villano también puede representar el mal en estado puro sin ningún tipo de peros ni explicaciones. ¿Qué hay más terrorífico que el mal puro? El Babadook no es solo eso. Además, es un villano con frase pegadiza (Baba-baba-baba-Dook! Dook! Dook!), que aparece representado en un libro infantil con dibujos infantiles (y con rimas: ¡extra de mal rollo asegurado!), cuyas acciones no tienen justificación alguna: se trata de una fuerza sobrenatural que hace maldades porque, bueno, las hace. Es en este personaje, y en el tratamiento de los dos protagonistas en torno a él, donde nace la verdadera gran virtud de Babadook. Pero no es la única.
Hoy por hoy, al entrar a ver una película de terror, uno se espera que le suban la música ocho o nueve veces y que la música alta vaya acompañada del susto de turno (¡Ay, el asesino!). Es más, a estas alturas incluso esperamos los sustos de mentirijilla (¡Ah, que no, que era el gato!). Babadook es más inteligente, y en su afán por ofrecer una película de terror sólida, prescinde de los sustos innecesarios aún a riesgo de dormir al espectador menos avispado. El mal va creciendo poco a poco durante la película, y la sensación de incomodidad aumenta con cada minuto, convirtiendo el viaje en un magnífico pasaje del terror en lugar de convertirse en una montaña rusa repleta de chillidos que no llevan a nada. Para el final de la película, estaremos tan metidos dentro de ella y de su historia que, ahora sí, los sustos tendrán el efecto deseado. Si eres un espectador que ha visto mil y una películas de terror, efectivamente, no vas a sentir ni cosquilleos. Si, por el contrario, no eres un fanático del género, llévate el brazo de alguien al que cogerte (a poder ser pegado a ese alguien)… y prepárate a mirar dentro del armario al llegar a casa.
Por supuesto, no es oro todo lo que reluce, y Babadook dista mucho de ser perfecta. A la agónica caracterización de los dos personajes protagonistas, crispantes hasta la médula (aunque sea precisamente lo que trata de conseguir, uno empieza poniéndose inevitablemente del lado del Babadook), se suma el planteamiento de la historia, que no ofrece ningún tipo de sorpresa al espectador. En cuanto el film empieza, uno sabe perfectamente qué va a suceder y cómo va a terminar. No os preocupéis: pese a la falta de sorpresas narrativas, la puesta en escena y la dirección son casi perfectas. Al fin y al cabo, es mejor una película previsible bien contada que una caja de sorpresas con grietas por todas partes. Además, a pesar de su previsibilidad, hay muchas escenas que es imposible no recibir con agrado.
Estas escenas no son, tristemente, las que tienen que ver con los personajes secundarios del filme. Cierto es que no pintan mucho en la historia y se entiende que no les den una gran profundidad, pero la mayoría aparecen tan poco en pantalla que es imposible ver su propósito en la historia: el compañero que intenta ligar con Amelia, la hermana de ésta, la amable señora con Parkinson que vive a su lado… Son personajes que podrían ser medianamente interesantes pero que, o no se desarrollan lo suficiente, o son directamente olvidados por la película a mitad de metraje y su trama no vuelve a recuperarse. Es una auténtica pena viendo lo bien perfilados que están tanto Samuel como Amelia.
Babadook es, al final, más una película sobre nuestros propios temores, sobre tratar con la tristeza y con el duelo, sobre la muerte y nuestra aceptación de la misma y sobre la familia, que una película de terror con monstruo sobrenatural por el medio. La película es consciente y por ello es una apuesta sólida por el cine de género: porque se sabe algo más que “otra película de sustos para adolescentes”. Un soplo de aire fresco que quita el polvo de un libro que llevamos leyendo desde hace décadas, y del que puede que nunca nos cansemos. No, desde luego, si propuestas tan brillantes como esta siguen apareciendo en las carteleras.
Ahora acercaros a vuestra estantería. ¿Ha aparecido un extraño libro con tapa roja? Leedlo cuidadosamente y esperad a la noche. Baba-baba-baba. Dook! Dook! … Dook!
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