Todo parecía perfecto supone el apabullante debut en el largometraje de Alejo Levis. Apabullante porque su película despliega un torrente de inventiva narrativa y visual a la que el cine español no nos tiene acostumbrados. Todo ello con una más que visible falta de medios que es compensada con un gran talento por parte de todos los implicados delante y detrás de la cámara.
En Todo parecía perfecto seguimos la historia de un chico que recrea un sueño donde conocía a la chica perfecta. Esta chica de sus sueños caerá rendida a sus encantos pero sufrirá el deseo continuo de que toda la relación se desarrolle a la perfección. Levis narra esta historia a base de pinceladas que consiguen crear una continua atmósfera de ensoñación que nos envuelve mágicamente. A esto ayuda la muy cuidada fotografía y diseño de sonido que vislumbran a un creador más que pendiente de los aspectos técnicos.
Nada sería posible en Todo parecía perfecto sin la excelente labor de sus actores Jordi Rico y Andrea Trepat que aportan con sus interpretaciones un tono mágico y surreal que siempre se encuentra al borde del ridículo. Quizás este sea el gran logro de Todo parecía perfecto: mantenerse siempre en el filo de la navaja, dar surrealistas saltos mortales y caer siempre de pie. En cierto modo, Levis se apropia del estilo Gondry de Olvídate de mi (como bien señala su ficha en filmin) pero no cae en el irritante terreno de la autoparodia de La espuma de los días.
El amor, el paso del tiempo, las expectativas, la memoria… Estos son muchos de los temas sobre los que Todo parecía perfecto lanza su mirada inocente y naif en ciertos momentos, pero siempre acertada. Todo un magnífico ejemplo de que otro cine español es posible, solo falta que el público se acerque a él.
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