Ático sin ascensor tiene como gran baza la presencia de Morgan Freeman y Diane Keaton realizando los papeles protagonistas como una pareja interracial que lleva muchos años juntos. Entre ambos actores hay bastante química y quizá verlos actuar juntos en pantalla sea lo único interesante de la última película de Richard Loncraine, más acostumbrado a dirigir para televisión que para cine, aunque ha dirigido algunas películas mínimamente reseñables como Firewall o Ricardo III.
Alex Carver y Ruth son una pareja que lleva toda su vida en un mismo piso en Brooklyn, pero ahora que están jubilados y que la zona se ha puesto de moda están pensando en vender su apartamento ya que no tiene ascensor y cada vez les cuesta más subir hasta el piso quinto. Esta situación les hará recordar todo lo que vivieron en él y darse cuenta de lo que complicado que está el mercado inmobiliario cuando deciden montar una jornada de puertas abiertas y ver otros pisos disponibles.
Los recuerdos de toda una vida viviendo en el mismo apartamento podrían dar mucho juego, pero en Ático sin ascensor se limitan a los pensamientos en voz en off de Alex cuando va paseando a comprar el periódico y a un par de momentos en los que vemos a la pareja cuando eran jóvenes. Por ello en esta película se ven obligados a meter como contrapunto y relleno el hecho de que el perro de la pareja esté enfermo y tengan que llamar cada dos escenas al veterinario para ver su evolución y, lo más incomprensible de todo, el hecho de que el puente de Brooklyn esté cortado por un supuesto terrorista durante todo el fin de semana y en las noticias no paren de hablar de ello.
El filme por desgracia sigue la misma tónica de los últimos trabajos de Diane Keaton, como Morning Glory o Así nos va, es una película intrascendente que le sirve por un lado a los actores para pagar el alquiler y a los cines para rellenar la programación cuando no hay nada más interesante. Lo bueno: al menos Diane Keaton sigue igual de guapa que siempre.
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