Alma salvaje narra la historia real de superación (ya pueden ustedes empezar a bostezar) de Cheryl Strayed que tras sufrir una traumática infancia, que seguía afectando a su vida adulta, decidió cruzar 1600 kilómetros por el Sendero de las Cimas del Pacífico, que atraviesa el desierto de Mojave, para “encontrarse a sí misma”. Como podréis imaginar nos movemos en terrenos de películas similares que hemos visto en la última década como 127 horas o Hacia rutas salvajes, que hacían del hermanamiento con la naturaleza y el elogio a la soledad sus fuentes de conflicto y resolución.
La película de Jean-Marc Vallée, director de Dallas Buyers Club, sigue la senda de Cheryl, protagonizada por Reese Witherspoon, mientras recuerda sus traumas y por qué está en medio de la nada. En este pasado, lo que resulta más interesante es la presencia de Laura Dern, como esa madre rebosante de positividad que siempre choca con la pesadumbre vital de su hija; una negatividad, la de Cheryl, que en muchos momentos suena a caprichosa y pueril, antes que ser características de un personaje complejo. Un obvio periplo de drogas y sexo descontrolado se encargará de revelarnos la aparente rebeldía vital de Cheryl hasta que, como no podía ser menos, toca fondo.
Alma salvaje va alternando esos momentos duros con las otras situaciones de sacrificio: el salvaje camino en solitario por el desierto a modo de redención vital. El encuentro con otros personajes, que también caminan, formará parte del proceso por el que Cheryl va desahogando sus horas de soledad. Aquí llaman la atención los retratos masculinos que en su mayoría resultan estereotipados: los chicos amables por un lado y los rednecks amenazantes que se quieren aprovechar en todo momento de la soledad y fragilidad de la pequeña Witherspoon. De hecho, el miedo continuo de Cheryl al encontrarse con prácticamente cualquier hombre deviene en una de las cuestiones más interesantes de Alma salvaje: parecería que hay más peligro en el sexo opuesto que en el inclemente y brutal desierto de Mojave. Una pena que este asunto esté tratado con trazo grueso y escasa sutileza, lo que provoca que el tema esté simplemente apuntado sin profundizar en él.
Como no podía ser menos, los paisajes son de gran belleza y, al menos, nos alegramos las retinas. Pero los 115 minutos de Alma salvaje se hacen largos no porque Vallée consiga transmitirnos la desolación del camino de Cheryl, sino porque todo deja de ser interesante demasiado pronto y en el momento en el que el personaje de Laura Dern deja de aparecer, nos quedamos con la solvente Witherspoon que poco puede hacer por deshacerse de los lugares comunes de su travesía.
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