Los hermanos David y Stéphane escriben y codirigen Algo celosa, una pieza con más oficio que innovación tras la más interesante La delicadeza (2011), basada en la aplaudida novela homónima de David. El escueto título original dice “Celosa” y un conflicto tan clásico como los celos es el punto de arranque de la historia, que luego ensancha sus temas para retratar la crisis y reinvención de una mujer en su cincuentena.
Nathalie se ha divorciado y vive con su hija adolescente, una bailarina con una prometedora carrera. No lleva muy bien la separación y sus hormonas no contribuyen a mantener su espíritu pacificado; se cabrea porque su exmarido tiene una novia joven con quien proyecta un viaje a las Maldivas. En el instituto donde es profesora también se enfada porque una joven interina le puede hacer sombra; con su mejor amiga tiene la indelicadeza de contarle que vio a su marido con otra mujer; mete la pata cuando consigue una cita romántica; busca cómo arruinar la vida de su antiguo esposo y se vuelve agresiva con su hija, que tiene una gratificante relación con un chico.
En los tiempos de todo tipo de heterodoxia de formas de pareja, en constante reivención tanto por el estatuto jurídico como por la orientación de género, parece que los celos quedaron muy atrás, pues presuponen una relación de “posesión” que hoy calificamos justamente de “tóxica”. Por ello, hacen muy bien los cineastas galos en ampliar el punto de partida y trazar un retrato en clave de comedia dramática sobre la crisis de una mujer enfadada por el mundo tras fracasar su matrimonio; el retrato es más rico que si fuera de un hombre, y Karin Viard le saca partido al personaje de Nathalie. En el tramo final de Algo celosa esta mujer se reinventa, recobra la energía y consigue elevar su autoestima, aunque quizá no logre la relación sentimental a la que aspira. Con un tratamiento convencional, hay que reconocer que Algo celosa se deja ver y que abunda en un retrato de crisis de los 50 con bastante acierto.