Cada vez más, las opiniones al salir de los pases de prensa son dispares y extremas cual pelea de tuiteros cabezotas. Tan pronto te encuentras a alguien gritando a los cuatro vientos lo mala que le pareció Colossal como ves a otro pontificando sobre el discurso de la violencia de Playground. Los ánimos están caldeados en el Zinemaldi cuando ya se empiezan a vislumbrar las posibles candidatas a Concha de Oro. Una cosa está clara: en esta Civil War, la que gana es el cine. Empecemos por el plato fuerte del día, Un monstruo viene a verme, y vayamos bajando en emociones con As you are, Frantz, Pinamar, Summer lights y Fin de semana.
Un monstruo viene a verme (A monster calls) *** ½
“Es un guión pretencioso e irregular y la música remarca excesivamente los momentos en los que el espectador debe llorar”, decía un crítico a la salida, mientras se secaba las lágrimas con un kleenex. Esta es la mejor definición de Un monstruo viene a verme: Lo que ves es maniqueo, manipulador, sabes que Bayona está tocando todas las teclas para que llores, y te das cuenta. Pero te das cuenta mientras la pantalla se vuelve algo borrosa y las lágrimas caen en tu regazo. Es imposible no contenerse ante una película tan manipuladora y tramposa como perfecta en lo que quiere hacer.
Técnicamente es muy probable que estemos ante la mejor película del festival: La fotografía es espectacular, el CGI perfecto y las secuencias de animación, que por sí mismas constituyen cortometrajes que podrían ganar numerosos premios, rizan el rizo. El problema de Un monstruo viene a verme está en el guión. Y es que, para llegar a un público mayoritario (el que va a hacer que este film sea, no lo dudéis ni por un instante, un exitazo de taquilla), Bayona ha remarcado en exceso el significado de las metáforas (tan sutil como un elefante en una tienda de cristales Swarovski) y ha permitido que las secuencias melodramáticas inunden una película que, hasta el tercer acto, aguanta estoicamente.
Sí: La música remarca los momentos donde debes llorar. Hay planos del niño llorando. Bayona subraya las metáforas usadas durante la película. Sabes lo que va a pasar desde antes de que empiece. Y, pese a todo, cuando notes tus lágrimas rodar por tu mejilla, sabrás que ha conseguido su objetivo. Pero con todas las de la ley, además. Solo por eso, y por su impecable aspecto técnico, Un monstruo viene a verme tiene su mérito.
As you are ** ½
Vayamos de cara: As you are tiene un problema. Un problema grave, y no está ni en el guión (aunque también), ni en la dirección, sino en la sala de montaje. La estructura del filme no tiene sentido, intercalando interrogaciones policiales futuras a los protagonistas mientras el resto de la película sigue ocurriendo. No ocurriría nada si sirven para dejar caer que algo va a ocurrir, pero lo cierto es que se terminan haciendo pesadas, repetitivas y no solo deceleran la trama, sino que, además, te cuenta el final de la película más de media hora antes de que ocurra. ¿Quién pensó que este montaje era una buena idea?
Dentro de As you are se esconde una buena película, aunque en ningún momento brillante. El filme es una historia de relaciones humanas: Entre adultos, entre amantes homosexuales, entre amigos, entre personas. El tono pesimista que se nos muestra en prácticamente todo momento se ve apoyado por una fotografía magnífica y unas actuaciones soberbias por parte del trío protagonista, Owen Campbell, Charlie Heaton y Amandla Stenberg. Aunque carece de secuencias realmente impactantes, As you are se centra en darnos imágenes icónicas: El salto desde el acantilado, los bosques, el primer beso de Jack y Mark…
As you are no es, como se le ha calificado, un telefilme. Es una película que merecía un montaje más competente para apoyar la historia entre los adolescentes, el verdadero punto fuerte del filme, que no trata al espectador como masa y le permite rellenar los huecos y unir cabos en el tercer acto. Como decimos, lástima de los interrogatorios policiales que no llevan a ningún lado y solo sirven para manchar una película que podría haber sido, al menos, una seria competidora a Concha de Oro.
Frantz ***
¿François Ozon? Muchos se relamían esperando una deliciosa comedia, a pesar de que el director se ha prodigado en todos los géneros. Nada más lejos de la realidad. Frantz huele a años 30: es un drama con estructura de cine clásico, blanco y negro (más o menos), ritmo lento pero seguro y una trama que, aún no sorprendiendo, sí tiene momentos especialmente interesantes desde el punto de vista narrativo. Risas, ninguna. Y no tiene nada de malo si lo que se filma es perfecto y exactamente lo que se quiere transmitir.
Frantz es una historia de amor y desamor, de crímenes y justicia, de mentiras y verdades… Pero también es un juego de Ozon con el espectador. El juego del blanco y negro con el color, de las sorpresas inesperadas y de anticiparse al propio espectador, ya curtido en películas de este estilo. El filme está narrado de una forma somera, sin tomar parte en la vida de los personajes, que toman decisiones cuestionables pero que en ningún caso pueden calificarse como negativas o positivas: es la vida, ocurriendo, muy al estilo de la década que pretende emular.
Y he aquí el problema: Si Frantz es un remake de Remordimiento de Ernst Lubitsch, de 1932… ¿Por qué rodarla otra vez con el mismo estilo de esa misma década? Sean cuales sean las respuestas a esta pregunta, tan diferentes como personas hayan ido a ver la película, lo que es cierto es que Frantz no cae en la mamarrachada, ni en la seriedad excesiva: Hace exactamente lo que quiere hacer, aunque por momentos eso signifique caer en un guión alargado en exceso (ese tercer acto soporífero). Un Ozon menor.
Pinamar *½
Cuesta pensar una película más similar al pan sin sal que Pinamar. Una historia que hemos visto mil veces, con personajes que hemos visto mil veces, haciendo cosas que hemos visto mil veces. Federico Godfrid cuenta una historia de jóvenes que vuelven al hogar familiar, para despedirse de la casa de su madre, recién fallecida, pero encuentran el amor por el camino. El resto os lo podéis imaginar: Enfrentamiento entre hermanos, redescubrimiento de sentimientos escondidos… Pinamar tiene sabor a hamburguesa de un euro del McDonald’s con un poco salsa de ostras por encima: Intenta tener algo diferente, pero sabe igual que cualquier hamburguesa de un euro. Decepcionante.
Summer lights ***
El principio de Summer lights es realmente desconcertante: una mujer habla a cámara durante más de veinte minutos sobre Hiroshima, la bomba nuclear y los destrozos que causó en su vida. Al terminar, después de que la mitad del público, impaciente, se haya marchado de la sala, comienza un filme diferente aunque pivotando sobre el mismo tema: Una mezcla entre cine japonés y Antes del amanecer que funciona muy bien.
Summer lights es, sobre todo, una película sobre Hiroshima y una tragedia que nunca jamás debería repetirse. Pero se trata de mucho más: es un filme sobre recuperar la ilusión de vivir, sobre decir adiós a nuestros miedos y sobre la importancia de una noche de verano quemando bengalas cerca de la playa. Un filme hecho con cuidado y cariño que puede no ser plato de buen gusto para un público acostumbrado a que ocurran sorpresas desde el minuto uno.
Fin de semana **
A medio camino entre el drama familiar y el porno suave se encuentra Fin de semana, la primera propuesta larga dirigida por Moroco Colman, que ya rodó una historia similar con el mismo título en un cortometraje de 2010. Aunque no cuenta nada nuevo, Fin de semana sorprende por su atrevimiento, en el que no teme mostrar sexo explícito o cambiar los formatos de pantalla, esta vez sí, con cierta justificación estilística y argumental.
Aunque, al final, la película queda en tierra de nadie, no solo por la gran frialdad con la que todos los personajes se tratan, sino también porque la situación inicial no se nos presenta nunca. Aparece, la asimilas y ya irás uniendo los puntos tú mismo. Pese a estos defectos, lógicos en la obra de alguien más destinado a provocar que a causar emociones, Fin de semana podría ser mucho, muchísimo peor. Al menos está rodada con cariño por gente que cree en lo que hace. No es poca cosa hoy en día.
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