El tercer día del Zinemaldi nos ha recibido con tormenta de las de cargar el paraguas todo el día, señoras despistadas y la notificación de que Zeroville deja la sección oficial a concurso del festival porque se ha mostrado en dos cines rusos. Lo que no pase aquí… En Sección Oficial hemos visto profesoras de violín con el síntoma de Whiplash y a James Franco en su peor momento, ¡Bienvenidos al Zinemaldi!
The audition (Ina Weisse) *** 1/2
Una profesora de violín controladora. Un alumno talentoso que no sabe cómo dar lo mejor de sí mismo. Un hijo que busca, de manera forzada, la aprobación de su madre en algo que realmente no disfruta. Un marido que se sabe engañado. Un amante que se sabe no amado. En The audition confluyen todas estas historias y todas se desarrollan correctamente. No es tan fácil como parece, dando además una profundidad inusitada a Anna, la protagonista, a la que se define en los primeros minutos y a la que la película no deja de añadir matices en ningún momento, incluyendo algunas escenas para el recuerdo, como el concierto fallido o la audición que da título al film.
Es imposible no comparar ciertas escenas de este film con otras de Whiplash, con la que comparte temática pero no tono. Aunque hay un momento intenso en el que ambas películas confluyen, The audition busca algo diferente: explorar la personalidad de la profesora metódica, sus orígenes y consecuencias. Hiela la sangre por momentos y la necesidad de aprobación culmina en un final forte, in crescendo e inolvidable.
Cine íntimo al ritmo presto del violín, dirigido con precisión quirúrgica por Ina Weisse (su primera película como realizadora en más de una década) e interpretada con fiereza, delicadeza, frialdad y también fascinación por una estupenda Nina Hoss. Para verla y fascinarse.
Lhamo and Skalbe (Sonthar Gyal) ***
No es que el cine rodado en tibetano sea la última moda precisamente: mientras que la industria cinematográfica china avanza como un torpedo, en el Tibet están aún anclados en la primera generación de directores puramente locales. Por eso, juzgar su cine como lo haría con cualquier otro se me antoja un tanto injusto. Lhamo and Skalbe (originalmente La mu yu ga bei, nombre al que me perdonaréis no volver) es una película imperfecta pero a la que se le nota una clara vocación artística y divulgativa: más que contar una historia que interese al público internacional, trata de que este conozca más sobre la región y sus costumbres. Y lo consigue.
Lhamo and Skalbe, por suerte, no se queda anclada en mostrar los tumultuosos trámites de divorcio tibetanos o sus bellos monasterios. La película también es capaz de hacer un estudio sobre la realidad y ficción y la forma en la que estas se juntan en una escena final a la que es imposible poner peros desde el punto de vista tanto técnico como narrativo. Es reiterativa, algo aburrida y muy centrada en los usos y costumbres del Tibet, pero mostrando reacciones que no nos son ajenas a toda la humanidad: los celos, el dolor, el rechazo, el orgullo, la paternidad… Es una muestra más de lo global que es el cine siempre.
Hasta 1997, cuando Richard Gere, Siete años en el Tibet y Kundun pusieron esta región de moda, a nadie le importaba si allí se podía hacer cine o no. Creo que debería ser motivo de algarabía general que ahora tengamos una película tan bien formada como esta Lhamo y Skalbe, de la que se están escuchando pestes como si nunca hubiera habido nada peor en sección oficial. Ojalá esto fuera lo peor de lo peor en el Zinemaldi, y no cosas como…
Zeroville (James Franco) *
Ya hace cinco años que esta película se metió en un cajón sin nadie que tuviera el más mínimo interés en estrenarla a pesar de su elenco actoral. Ha tenido que venir el Zinemaldi a estrenarla en sección oficial (fuera de concurso por una negligencia de James Franco) entre el estupor de los que hemos tenido que sufrir esta aberración al cine disfrazada de canto de amor al celuloide. James Franco se viste de mago manipulador y no llega ni a payaso de cumpleaños infantil.
El juego de meta-metacine en el que la película pretende que participemos mansamente es un simple vehículo para colar lecciones de cine del todo a cien, personajes sin ningún tipo de arco narrativo y un repaso absurdo por las obras preferidas de Franco (ahora estamos en el rodaje de Apocalypse Now, ahora le digo a Steven Spielberg que Tiburón debería incluir robots, ahora veo Cabeza borradora). Si lo que James Franco quería era demostrar la culturilla audiovisual de cualquier tuitero medio, lo ha conseguido.
Pero no es eso lo que pretende, sino que compremos una historia de vivir dentro de los fotogramas de la mano de un montador loco cuyas acciones no tienen un propósito. Zeroville está tan mal editada y dirigida que parece el primer corto amateur de un alumno de la ESCAC, solo que durante muchos más minutos de los que debería durar. Como chiste no ha tenido gracia. Como película, ha sido un espectáculo bochornoso. Todo mal.
CONTINUARÁ…
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