Un señor hoy, mirando el Kursaal iluminado con las siglas 67 SSIFF preguntaba a todo el qué pasaba qué se estaba celebrando ahí. El resto del Donosti que no lleva meses viviendo bajo una piedra lo sabía bien: el festival de San Sebastián, Zinemaldi o como buenamente queráis llamarlo. 9 días de cine sin parar con más de 200 propuestas absolutamente inabarcables. Al menos los periodistas contamos este año con un nuevo sistema de reserva de entradas que, de momento, está haciéndolo todo más sencillo y más rápido. Mira, una mejora en el Zinemaldi, ¡pide un deseo!
Para inaugurar este primer día hemos visto a la pareja de Crepúsculo en dos películas completamente diferentes. ¡Bienvenidos al 67º Festival de San Sebastián!
Seberg (Benedict Andrews) **
Puede que el tratamiento de guión que tengas entre manos sea el más interesante del mundo. Puede que tengas un buen equipo y el cast perfecto. Puede que quieras contar una historia de la historia de Hollywood que normalmente se ha visto oscurecida por el paso del tiempo. Sí, todo eso es posible, pero si lo filmas con un pulso mediocre y televisivo usando un guión repetitivo y machacón, centrado solo en los devenires de su sufrida protagonista, el único resultado posible es un biopic sin alma como Seberg.
No es culpa de Kristen Stewart, que hace lo que puede sin impresionar a nadie: todos sabemos que, siendo algo más que «la de Crepúsculo», sus expresiones son tirando a limitadas. El problema del film son, más bien, los personajes unidimensionales sin ningún tipo de profundidad, el extracto de historia americana que tan solo rasca superficialmente y lo blando del concepto general. Es una pena, porque la vida de Jean Seberg merecía mucho más que este proyecto desangelado y que da la impresión de trabajo de fin de curso hecho para aprobar raspado. Ojalá hubieran intentado ir un poco más allá.
Ema (Pablo Larraín) *** 1/2
Ema es un portento visual. Es reggaeton y punk mezclados en una película. Es un baile continuo con el espectador que empieza siendo casi perfecto y termina notándose poco ensayado. La historia se centra en un personaje y sus periplos con la maternidad (o la falta de ella), el baile y la libertad, el amor y el sexo. Y empieza siendo apasionante: Ema tiene muchas capas y todas ellas son interesantes a su manera. Tristemente, hacia el final se desdibuja y aparece una nueva Ema que no se parece mucho a la que enamora en los primeros compases del film. No por ello el film es peor, pero es cierto que los vaivenes son algo forzados y difíciles de entrar.
¿Significa eso que Ema es mala? Claro que no: estamos ante una de las mejores películas en habla hispana del año, con unos diálogos corrosivos y que tiene la infinita valentía de defender el reggaeton como modo de vida. No hay nada más punk que defender el reggaeton con la fuerza con la que lo hace Larraín, que es ya, por méritos propios, uno de los mejores directores en activo. No es poca cosa en un mundo del cine tan convulso como el de 2019.
El faro (Robert Eggers) ****
Raro será que acabe este año y El faro no entre en una cantidad desorbitada de repasos del 2019. Su magnífica fotografía en blanco y negro envuelve dos interpretaciones de escándalo: las de un Robert Pattinson colosal y un Willem Dafoe sorprendente. Pero no solo triunfa en estos aspectos: la iluminación, el guión, el potentísimo montaje o la dirección son solo algunos de los ejemplos en los que El faro es una película excelsa y uno de los mejores ejemplos de cine de género de la década.
El faro es excesiva, enfermiza, loca, monstruosa, diferente, original y única. Es cierto que el primer acto trata de engañar con su propuesta de serie Z y el film boicotea cualquier intento de sorpresa clásico, muy autoconsciente del tipo de cine de este tipo que se ha realizado los últimos años, pero si entras en su extraño mundo te costará salir. Perfecta para todos los que creen que Robert Pattinson se quedó en Crepúsculo y de ahí saltó a ser Batman de casualidad.
(CONTINUARÁ…)
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