La novia, es la nueva película de Paula Ortiz basada (levemente, o en gran parte, todo depende del momento y el mensaje) en Bodas de Sangre de Federico García Lorca. Y hasta aquí la parte que te preguntarán en el examen de selectividad del año 2016.
Si esta película estuviera bajo el amparo del cine onírico, y en ocasiones onanístico, europeo, ese más digno de Museo que de salas comerciales, ensalzaríamos el gran trabajo que se ha llevado acabado, convenciéndonos a todos, y sobre todos a esos amigos snobs, que estamos ante la justa ganadora de cualquier premio que se le pueda dar. Pero como es una película española, adaptando a un autor español, con toda seguridad, se hablara de ella como ‘aquella película en la que Inma Cuesta enseña el pecho’.
Cosa que es una lástima, ya que La novia debería tener un lugar especial en nuestra memoria, exigiendo su visionado en una sala de cine para poder disfrutarla al completo. Con una realización moderna, ya sabes cuanto amamos en este blog el término ‘modernuki’, que se mezcla a la perfección con una estética anclada en el pasado, se convierte en una experiencia audiovisual completa.
Visualmente preciosa, que diría los chicos más refinados del colegio, cobra también gran importancia su sonido, el que invita a dejarse envolver en las zonas más áridas de Huesca, demostrando que una adaptación de Lorca, con todo el significado de ‘lo andaluz’ que esto conlleva, puede trasladarse a cualquier parte del mundo, ya que su significado no reside en el paisaje, sino en la obra.
Sin olvidarnos de la música, algo tan unido a la cultura, que por momentos nos parece estar viendo un Mamma mía! muy sobrio y muy serio.
Tal vez, pueda colocarse a La novia en la estela de películas parecidas, como ‘El árbol de la vida’, por su narrativa y su gran cantidad de subtexto. Todo esto no significa que no haya dejado de mostrar atención en algún momento, engullido por la densidad y la lentitud de la obra.
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