Tal vez, estemos ante la película, que doblada, mal le pese su mala traducción original, lo cual es la única explicación posible ante ese momento de toda película de acción, en el que se dice el nombre original y todo se llena de un mágico lirismo que hace temblar nuestras espaldas. Y más precisamente por la buena fe de no traducir ‘ranger’ como ‘llanero’ para así salvaguardar el pasado del personaje y no hacer como en Mallrats y confundir a Lobezno (Wolverine) con su traducción literal, Carcayú.
Independientemente de esas naderías sin importancia, estamos ante la extensión de Jack Sparrow en el desierto montañoso (¿nadie ha reparado en que se le llama ‘llanero’ y toda la película transciende en sistemas abruptos de Norteamérica?), porque aunque intenten engañarnos, es un spin off no oficial del pirata con pluma más famoso de Disney; lo cual, no deja de ser gracioso, ya que en ningún momento se esconde y se puede aceptar como una parte más en la saga de Piratas del Caribe, y tal vez pueda servir de autorreferencia, ya que productores, actor secundario (o eso dicen) y director, son los mismos artífices de aquella piratona saga.
Su excesivo metraje, la cual la lleva a deambular por el desierto sin llegar a ningún lado, y un pesado Johnny Depp convencido de que con un disfraz es graciosísimo, la hacen una apuesta entretenida, a ratos, para un día de cine en el que el bajón se haga dueño del espectador.
Y esto puede llevar a confusión, por lo que habría que resaltar las escenas que abren y cierran la película, aunque se echa en falta la presencia mayor del héroe, del ‘Llanero’ su transformación pasa de desapercibida para saber reírse de él mismo y del mito que ha trascendido de la pantalla.
Porque al fin y al cabo, El llanero solitario, pese a todas sus carencias, es una de esas películas que te devuelven de manera atropellada a tu infancia, haciéndote recordar tiempos de vaqueros e indios.